CAPÍTULO 17

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La cola del gigantesco dragón de las inundaciones flotaba en el aire, protegiendo completamente a Pei Yunshu tras ella. La cabeza, cubierta de escamas, miraba a Zouyu, y su boca llena de sangre emitía un rugido amenazador, un sonido que parecía poseer el poder de intimidar a todas las cosas.

Los ojos carmesí se clavaron en Zouyu, mirándole como si fuera un objeto inanimado. Los instintos de Zouyu le obligaron a retroceder hacia el otro extremo en un instante.

Pero al segundo siguiente de retroceder, Zouyu se arrepintió.

Sin duda, el dragón de las inundaciones estaba mudando de piel, y la mitad de ésta le colgaba por el centro. La pequeña protuberancia de su cabeza, donde aún no había emergido el cuerno, goteaba sangre carmesí. A pesar de sus feroces ojos rojos como la sangre, no podían ocultar su debilidad.

Cuando una serpiente muda su piel, cae en un estado de insoportable debilidad. Además, se trataba de un dragón de las inundaciones en su camino a la dragonidad, y cada muda de la piel era cien veces más doloroso. La escasez de dragones de las inundaciones en el mundo se debía a su incapacidad para soportar la agonía de la muda, muriendo a menudo a mitad de camino.

Si el dragón de las inundaciones que tenía delante no supusiera una amenaza, Zouyu nunca lo habría provocado tontamente. Pero en este momento, con el momento, el entorno y las condiciones adecuadas, ¿por qué iba a huir?

Esta bestia aún tendría designios sobre la belleza que tenía ante él. Cada centímetro de ella era un tesoro natural. Si mataba a esta criatura, los beneficios probablemente excederían todo el reino secreto. Además, con la actitud de Pei Yunshu, si la matara, ¿no acabaría llorando y suplicándole?

Con este pensamiento, una fría sonrisa se formó en el rostro de Zouyu. Pisó el suelo y una ráfaga de viento se dirigió hacia el dragón de las inundaciones. El dragón rugió y su sonido resonó en el cielo y la tierra. Se giró para proteger a Pei Yunshu, y el ataque de Zouyu golpeó la mitad superior de su piel recién arrancada.

Pei Yunshu levantó la vista y se encontró con sus ojos carmesí.

Tenía delante la cabeza del dragón de las inundaciones, cubierta de escamas. Cada escama estaba cubierta de barro y polvo, y las dos pequeñas protuberancias de la parte superior de la cabeza parecían haber aumentado de tamaño, quizá por las abrasiones causadas por el roce con las piedras. Pequeños hilillos de sangre fluían bajo las escamas, goteando hacia abajo, deslizándose junto a los ojos rojos como la sangre del dragón, fijos en él.

Pei Yunshu sintió una punzada en la nariz.

La lengua de la serpiente bermellón se deslizó por su cara y el dragón de las inundaciones soltó un gruñido grave.

Después de lamer las lágrimas del rostro de Pei Yunshu, una frialdad parpadeó en los ojos del dragón y se dio la vuelta para atacar a Zouyu. El cuerpo del dragón se movió tan rápido como un rayo y sus afilados dientes se hundieron en la carne de Zouyu, arrancándole un trozo de carne y la piel.

El grupo de zorros desaparecido anteriormente reapareció de repente, corriendo hacia Zouyu. La magia de Zouyu no tuvo efecto sobre ellos. En un instante, vio a Pei Yunshu sentado en el lomo del dragón de las inundaciones y, con un salto, éste se elevó hacia el cielo, volando a través de la espesa niebla y dirigiéndose hacia la lejanía.

Pei Yunshu, vestido de blanco impoluto, con el pelo negro revuelto, seguía envuelto en la niebla. Era incapaz de liberarse de ella, pero el dragón sí podía.

El zorro no le tenía miedo, pero temía al dragón de las inundaciones.

Zouyu sacó una píldora de su bolsa de almacenamiento, se la tragó y se agarró el brazo, que sangraba profusamente. Un intenso dolor le recorrió por dentro. La mordedura del dragón casi le había cortado el brazo.

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