Capítulo 3

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La puerta se cerró de golpe detrás de ella, y Caleb exhaló un suspiro contenido, apoyando, vencido, la frente contra la pared. Se estremeció con violenta frustración. No había venido por su cuenta. Definitivamente no había desafiado a su padre y al de él para hacer valer su independencia. Puede que no la hubiera visto en cinco años, pero seguía pudiendo leer en ella, seguía pudiendo adivinar su móvil. Seguramente le quería, pero más quería ser aceptada por completo por la manada. Parecía que nunca se iba a dar cuenta de que ya lo era.

Recordaba la mirada en su cara la última vez que la había visto, su propia furia y amargura cuando advirtió que Liza había venido a él, le había seducido porque era lo que el padre de Caleb quería. Su padre quería unir su familia con la familia del Beta. Caleb había dicho la peor cosa que pudo, lo último que realmente quería decir, seguro de que inflamaría su rabia y le haría ver cómo estaba siendo manipulada.

Las palabras estúpidas y tontas tuvieron el efecto contrario. Él cerró los ojos con fuerza, sin querer recordar, pero maldita sea si iba a dejar escapar al pasado tan fácilmente. La expresión destrozada de Liza. Las lágrimas en sus ojos que se negaba a derramar. Había estado a punto de acercarse, pedir disculpas y consolarla cuando ella asintió con la cabeza y lo dejó.

Y él supo que no podía permanecer en Redhawke. Ella ya estaba progresando rápidamente en el escalafón militar. Ella estaba donde quiera que él se volviera. Fuerte. Hermosa e inteligente. Suya. Y no podía tenerla, porque nunca podría estar seguro si ella era verdaderamente suya, si eso era lo que Liza en verdad quería. Era mejor alejarse de la tentación.

Al principio, secretamente esperó que ella siguiera sus sentimientos y fuera detrás de él. Había alentado esa esperanza durante unos buenos tres años antes de darse por vencido. Pero ahora estaba aquí. Una vez más, a petición de su padre. Sus manos se apretaron cuando escuchó abrirse la ducha y se volvió para recorrer con la mirada el pasillo hacia la puerta cerrada del cuarto de baño. Al mierda con eso.

Estaba en su casa.

Su territorio.

Lejos de lo que ella conocía.

La podría mantener aquí. Podría convencerla de que le pertenecía y no porque otra persona creyera que era una buena idea. Ella no le podría ocultar las respuestas de su cuerpo. Todavía lo deseaba. Físicamente al menos. Sólo tenía que convencerla de que era más que eso. Mucho más.

Sin embargo, antes de que pudiera unírsele hubo unos golpecitos suaves en la puerta. Sólo un werewolf podría haberse acercado sin su conocimiento. Zach no esperó una invitación antes de entrar. Cerrando la puerta con suavidad detrás de él, colocó el bolso y el abrigo de Liza en la mesita auxiliar.

Caleb no pudo evitar sonreír.

—¿Cómo sabía yo que los ibas a traer?

—¿Porque soy el tío detallista?

Sin embargo, estaba claro que Zach no estaba de humor para bromas.

Se cruzó de brazos, la expresión impenetrable y sin ninguna señal de su habitual pícaro encanto.

Mierda. La reacción de Caleb hacia Liza había sido tan exagerada que no culpaba a Zach por estar cabreado y celoso. Si la situación fuera al revés, se sentiría igual. Iba a tener que arrastrarse a sus pies para volver a congraciarse con él.

—Así que esa es tu bruja.

Caleb no se molestó en responder. En un momento borracho de pura idiotez, cuando se conocieron hacía cinco años, cuando había llegado allí, le habló a Zach de Liza. Hablarían de ella en un minuto.

Luna Hechizada • ¡A la una...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora