Capítulo 12

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La llamada llegó mientras ella dejaba la casa hacia su oficina y se apresuró a cambiar de dirección, Caleb y Zach la siguieron. Jonas tenía separados a los menores, la pelea detenida, pero había miradas enojadas por todas partes. Seis adolescentes. Tres visitantes para entrenamiento procedentes de otra manada. Los seis necesitaban que alguien golpeara sus espesos cráneos con algo de sentido común.

―¿Qué está pasando, muchachos?

Nadie respondió. Los de su manada tuvieron el buen sentido de parecer avergonzados.

―Bravo. Trabajo extra hasta que alguien se encargue de explicarlo ―ella entornó los ojos y habló con Jonas―. Forma parejas. Tal vez así aprendan a trabajar juntos. La valla del sur necesita reparaciones.

Eso logró el interés de Jay, uno de los visitantes.

—No recibo órdenes de una bruja.

―Lo harás si esperas quedarte aquí.

―¿A sí?¿Que vas a hacer?¿Hacer que tu compañero me dé una paliza?

―Cachorro, realmente eres tan tonto como pareces, ¿verdad? Puedo encargarme de mis propias palizas.

Ignorándole se giró hacia Jonas.

—Cuando te marches, escolta a cualquiera que tenga un problema con mi autoridad fuera de nuestro territorio.

―¡No puedes hacer eso! Mi padre....

Ella le dio una sonrisa cruel.

—¿Qué? Pregúntale a tu padre que pasó la última vez que me presionó demasiado. ¿De verdad crees que él te enviaría a una manada débil para entrenarte? ¿Te das cuenta de quién está a cargo del entrenamiento aquí?

La cara del chico tenía una expresión testaruda. Ella suspiró y se encontró con la mirada de Jonas con un ligero movimiento de cabeza.

—A veces un poco de dolor es necesario para recalcar un punto.

Oyó el cambio a sus espaldas, sabía que era Zach aunque se negó a girarse y mirarle. Lo que sucediera a continuación probablemente podría cambiar totalmente el modo en que la veía.

Él nunca había aceptado lo que ella era. Quien era. Ella no había esperado tener que enfrentarse a sus miedos de la noche pasada tan pronto. La entristecía contemplar como esto podría cambiar las cosas, pero no se podía evitar.

Los jóvenes más fuertes, los que crecerían para ser los defensores de la manada, eran su responsabilidad. Ella odiaba esa parte de su trabajo, pero tenía que enseñarles auto control y respeto hacia la autoridad. Era necesario, aunque desagradable. Se paró en el pequeño claro e hizo crujir los dedos.

―Da lo mejor de ti, cachorro.

Por el rabillo del ojo, vio a Caleb agarrar el codo de Zach y mantenerlo quieto. Caleb sabía que era innecesario interferir. Zach lo averiguaría pronto. Eso tendría que ser tratado más adelante. Ella se concentró en el chico.

La lucha fue corta y brutal. Al final, después de la tercera vez que ella le golpeó el culo, permaneció de pie sobre él con las manos en las caderas. Él no había conseguido ni un golpe; ella, en cambio no había fallado ninguno. Tenía el labio partido, su nariz probablemente estaba rota. Mantenía el brazo cerca del pecho, y ella sabía que también estaba roto. El crujido se había escuchado en el tranquilo claro. Él empezó a ponerse de pie y ella le puso un pie sobre el estómago.

―No te levantes.

Después de un segundo él asintió con la cabeza. Ella miró a los jóvenes arremolinados allí. Era el momento de mandar a alguien a por el sanador.

—Id a buscar a Mick.

Cuando él llegó, interpretó los hechos de un rápido vistazo.

—Una lección aprendida, espero ―le dijo suavemente al chico mientras se arrodillaba cerca de él y le ayudaba a sentarse.

Ella se encogió de hombros.

—Veremos.

Le hizo una seña a Jonas para que la siguiera y se fue. Él se puso a caminar a su lado mientras Caleb y Zach cerraban la marcha.

―¿Esto fue debido a que te vas?

Él pareció sorprendido.

—No. Esto estuvo gestándose durante un tiempo. Adolescentes. No tienen mucho cerebro todavía.

Ella hizo un sonido evasivo.

—Todavía. Creo que es una mala idea que te vayas en este momento. Nosotros no hemos prestado la suficiente atención al entrenamiento de los jóvenes mayores ―levantó una mano para acallar sus protestas―. Dije nosotros.

El silencio se extendió durante un momento.

—Fuimos amigos una vez. No estoy exactamente segura de cómo, cuándo o por qué eso cambió y no importa. El bienestar de la manada es lo primero.

Ella le miraba mientras hablaba. Su expresión cambió de enfadada a dolida y a melancólica. No, eso no tenía sentido. Se lo estaba imaginando.

―Nunca haría nada para poner en peligro la manada ―se giró y le dio a Zach una mirada que ella no pudo leer. Casi desafiante. Ella suspiró. Los concursos de meadas no estaban limitados a los jóvenes―. Me quedaré por aquí mientras me necesites.

―Bien. Nuevos horarios de entrenamiento. Quiero a ese grupo tan exhausto que no puedan pensar con claridad, mucho menos dejarles acosarse unos a otros.

Él sonrió.

—Hecho, jefa.

Después de unos minutos, se fue por otro camino, dejándola sola con Caleb y Zach. Unos pocos metros más adelante, otro sendero viraba en dirección opuesta al que llevaba a la casa de Caleb.

Ella lo tomó, ignorando la actividad alrededor del lugar cuando estuvo a la vista. Lo estaban haciendo habitable de nuevo y llevaba un buen progreso. Caminó hacia la parte trasera, donde el patio se veía como si hubiera estado abandonado durante años. Sabiendo que no podía evitar más la mirada de Zach, le miró, armándose de valor contra lo que pudiera encontrar allí. ¿Rechazo? ¿Repulsión?

Zach se obligó a respirar normalmente mientras esperaba para que Liza y Caleb le miraran.

Al fin le miraron a los ojos. Casi lo había estado esperando, no obstante el recelo con que se le quedó mirando le sorprendió. Él había estado con Caleb el tiempo suficiente como para que su lenguaje corporal fuera sencillo de leer ―protector― y sabía que estaba más preocupado por Liza que por la reacción de Zach por Liza.

Estaba llegando a donde podría leerla a ella también. Su mandíbula estaba apretada. Ella era testaruda. Y estoica. Esperaba que la rechazara. Él no podía negar que era difícil reconciliar a la dura guerrera con la suave amante que se deshacía en sus brazos por la noche.

Ella no era lo que él había esperado. No necesitaba su protección y su lado lobuno necesitaba proteger a su compañera. Ella era como Caleb. Fuerte. Inteligente. Cabezota como el infierno. Pero ahora mismo se veía preocupada. Un poco asustada y abatida. Él no podía soportar esa mirada pero no sabía que decir. La arrastró a sus brazos, sosteniéndola con fuerza hasta que ella suspiró y apoyó la cabeza contra su pecho.

―Te amo, Liza ―susurró―. No me voy a ninguna parte.

Entonces Caleb estuvo con ellos, sus brazos rodeándoles. Eso era suficiente por ahora. El corazón de Zach se hinchó. Eso era más que suficiente, las dos personas que más amaba en el mundo en sus brazos.

El resto vendría después.

Luna Hechizada • ¡A la una...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora