Epílogo

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Jonas se detuvo en el límite del bosque. Era ya entrada la tarde, pero aun no anochecía, y la manada no había llegado todavía para la celebración. Sin embargo, los jóvenes estaban reunidos alrededor de una pequeña fogata y de Liza.

Ella brillaba a la luz del fuego, el abultamiento de su vientre fácilmente visible. Pronto la nueva generación de Alfas nacería. Gemelos. Ambos niños, de acuerdo a la ecografía y a su madre bruja. Se consideraba un buen presagio, un señal de continua prosperidad y por lo tanto la razón para la fiesta de esta noche.

Ella era una excelente luchadora, un magnífico Paladín, y él sabía que sería igual de capaz como madre. Estaba aliviado de que los celos de un año atrás se hubieran desvanecido en una ligera añoranza. Ella seguía sin saber que la había amado durante años.

Les estaba contando la historia de Caperucita Roja, y notó que incluso los jóvenes mayores, aquellos que habían terminado con el entrenamiento o el trabajo, se quedaban a escuchar. ¿Por qué no? La historia venía con un espectáculo completo de magia.

A pesar de la magia, no era la versión de la bruja del cuento, algo de lo que había sido muy consciente después de la última semana. Le frunció el ceño a la pequeña mujer a su lado.

—Guau —murmuró ella. No había temor en su voz y el aprecio estaba en su cara—. Es muy buena.

De repente se dio cuenta que la bruja exiliada que había llegado a ellos pidiendo refugio era muy bonita. Su cuerpo sexy y curvilíneo le hacía palpitar el corazón y agua la boca. Se quedó quieto en su lugar y la estudió. Ella estaba absorta, mientras él luchaba contra la respuesta de su cuerpo a su cercanía.

Finalmente, Liza terminó el cuento. Ella levantó la mirada y le miró a los ojos en la creciente oscuridad.

—Y ahora es tu turno, viejo amigo.





Fin.

Luna Hechizada • ¡A la una...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora