Artenin el heredero

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~—Sanadora —~

La habían dejado salir de la sala de recuperación después de tres días. Sus compañeros sanadores la visitaron cada que hacían su turno en el área de recuperación y Rondi, un chico de su edad, le pasó sus anotaciones de todas las clases a las que no asistió. La princesa vino a verla en sus tiempos libres y le trajo  libros de la biblioteca para que se distrajera.

-Me alegra que ya puedas salir, Reg.- le dijo su amigo Hartier. Él todavía no podía salir debido a la localización de sus heridas.- salúdame al príncipe cuando lo veas.

La chica rodó los ojos. En cuanto ella despertó, el guardia se aseguró de que se encontrara bien, para después burlarse de cómo se había aferrado al heredero mientras estaba dormida.

-Síguete riendo y permanecerás más tiempo aquí.- le dijo ella.

- No seas gruñona, te arrugas.- continuó burlándose.

Regina guardó sus pertenencias que habían recuperado del accidente en una bolsa y tomó dos palos de madera con un pedazo suave de tela,  un invento que había creado un sanador para que pudiera caminar.

-Te visitaré en la noche, descansa.- se despidió la joven.

Salió de la sala y el guardia en la puerta la detuvo.

-Señorita, todos los lesionados del accidente deben ir con el príncipe en cuanto se recuperen- le comentó.

- Entendido.

El guardia la escoltó hasta el estudio del príncipe y la ayudó a subir las escaleras cargándola.

Al llegar frente al estudio del heredero, tocó la puerta.

-Adelante.- gritó una voz.

La joven entró con dificultad por su herida, afortunadamente no se había roto el hueso.

El príncipe estaba en su escritorio sentado con dos cartas en las manos, en cuanto la vio entrar le sonrió.

Regina estaba nerviosa, la idea de haberlo tocado sin su consentimiento la aterraba, si lo había ofendido recibiría un castigo.

-Regina, me alegra que ya hayas dejado la zona Este.-le comentó.

-Pertenezco a la zona.- le dijo ella, en serio se estaba ganando un castigo.

-Claro, mi error.- se rió el chico.- Le he estado pidiendo a las personas involucradas en el accidente que me den su testimonio, para poder saber dónde buscar algunas cosas y evitar que se repita un suceso así.

-Bueno, yo estaba en la carreta mientras llovía- empezó la chica.

-Ya tengo bastantes testimonios, no tienes que decir el tuyo-la interrumpió el heredero notando su nerviosismo .-Fuiste muy valiente.

No fue valiente, de hecho fue lo opuesto a eso. Ese día en cuanto la carreta quedó volteada, ella entró en pánico; recuerda sentir la tierra mojada en sus brazos y como su amigo la llamaba para que fuera la primera en salir por un pequeño espacio en el lodo que él había hecho. Cuando estuvo fuera, algunos jóvenes más empezaron a salir y aunque Hartier trató de que salieran todos, había un chico con la cabeza llena de sangre que por más que intentó sacar su cuerpo por el hueco no podía lo podían sacar por completo.  Regina convenció, por un largo tiempo, a Hartier para que saliera antes de que se quedara atrapado; pero cuando el guardia decidió salir, la carreta lo terminó aplastando por la mitad. La joven sanadora puso su pierna izquierda doblada a la altura de la rodilla para que así Hartier tuviera espacio para salir.

Recordar lo sucedido ocasionó que los ojos de la joven se nublaran.

-Le informé a tu padre la situación y me contestó que estará en La Capital el próximo mes. Le di mi autorización para entrar al castillo.-le informó el príncipe, acercándose a ella inseguro por las lágrimas de la joven.

-Gracias, su alteza.- murmuró limpiándose los ojos.

- Por cierto, ya no es necesario usar tu correo. Ya he solucionado ese asunto- le comentó él- ya no tendremos que vernos.

-Como ordene.-contestó ella intentado hacer una reverencia, aunque perdió el equilibrio por los palos que sostenía y terminó cayendo hacia un costado.

-Cuidado!- gritó el chico sin poder sostenerla.

El príncipe se agachó para ayudarla a levantarse, le pidió que se recargara en su hombro para darle el apoyo para pararse de nuevo.

-Te acompaño a tu habitación mejor - comentó el heredero a su lado dándole una sonrisa.

-No podría molestarlo- se quejó la chica, no había sido muy fuerte su golpe, solo se ensució su vestido.-yo puedo sola.

-Insisto.

Ambos chicos caminaron por el pasillo rumbo hacia las escaleras laterales que conducían hacia la planta baja, en donde se localizaban las habitaciones de empleados y aprendices. Al llegar a las escaleras se quedaron quietos sin saber que hacer.

-¿Cómo subiste?- le preguntó el príncipe.

-Puedo brincar con un pie, no se preocupe- le dijo la chica sonriéndole-Gracias por acompañarme.

La sanadora se acercó al barandal que tenían las escaleras, recargó su peso en este y empezó a brincar con un pie por cada escalón. Que vergüenza sintió en ese momento, ella no hacía trabajo físico, y como las muletas le estorbaban terminó tirándolas por las escaleras.

...::::: Heredero ::::...

No podía ser llamado un caballero si no ayudaba a la joven que luchaba por bajar las escaleras.

Bajó los escalones que había recorrido la chica, la tomó de la espalda y las piernas, y la cargó.

-Yo puedo bajar sola- protestó la chica.

-Deja que te ayude, soy un caballero.- le contestó el príncipe.

Y en cuanto llegaron al último escalón la joven le sanadora habló:

-Por favor, bájeme ahora.

-¿Tanto te molesta mi ayuda?- cuestionó el chico bajándola al suelo.

-No es eso, si alguien se entera de esto tendré problemas.- le contó la chica.

-Soy el heredero, nadie te molestara.-le recordó, fue a recoger los palos que la ayudaban a caminar y se los entregó.

-Seguro tiene muchas cosas que hacer, gracias por todo.- murmuró la sanadora y se alejó tan rápido como su herida se lo permitió.

El príncipe se quedó observando a la joven hasta que  dio la vuelta por un pasillo. Él tenía trabajo que hacer, pero la temporada de lluvias le había quitado un enorme peso de encima, el ambiente en el castillo era húmedo debido a las constantes lluvias.

Caminó a la sala de arte para encontrar a su hermana, no habían hablado desde que la vio en la sala de recuperación. Cuando entró en la sala, su hermana estaba dibujando sobre el piano.

-¿Quieres proponer una nueva forma de utilizar el piano? - bromeó con ella.

-No, quiero empezar a tejer. Me di cuenta que necesitan batas en la zona Este.- le contestó sin despegar la vista de la hoja.

-Eso es una gran idea. Hablaré con los encargados.-prometió su hermano.

-No, ya lo he hecho yo.- lo cortó ella.- me han dicho que necesitan las batas.

El príncipe se alegró. Su hermana tenía un enorme corazón y aunque lo intentara evitar, estaba creciendo. Se acercó a su lado y abrió sus brazos esperando un abrazo.

La joven se levantó y lo abrazó con una sonrisa.

-Aún estoy molesta, Art.- murmuró en su hombro.- pero no puedo negarte un abrazo.



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Distintos horizontes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora