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—¿Qué hago?—

—No sé qué es lo que quiere pero no abras la puerta.—

—Yo si sé que es lo que quiere.—

—¿Qué?—

—Que le parta la cara.—

—¡Martin-!— colgué.

No sabía si debería salir pero sabía que tenía unos problemas de ira.

El timbre de la casa sonó desesperadamente y me estaba preparando mentalmente para abrir. Al abrir recibí una cachetada.

—¡¿Qué le dijiste a Sebastián?!—

—¡Vete!—

—Andas mamona eh...— me lancé sobre ella sin darle tiempo de reaccionar.

Me dolía todo el cuerpo pero la ira me consumía.

—¡Eres una estúpida!—

En ese momento llegó Roier y me separó de ella.

—¿Qué haces aquí?— preguntó Sebastián a la chica.

La chica se acercó a el y le susurró algo para luego irse.

—¡Ve a adentro Martina!— corrí y me paré delante del sofá. el llegó y me miró mal. —¡¿Estás loca?!—

—Es qu- —

—¡Es que nada, me tienes harto!— me agarró por los hombros y me agitó.

—Oye me estás asustando.— 

—¡No me importa!— me empujó y caí al sofá. —¡Ya basta de tus peleitas estúpidas!— sentí mis ojos cristalizarse y empecé a llorar. —¡No me llores!—

—¿Por qué me estás tratando así?— sequé algunas de mis lágrimas. —Yo no te hice nada.—

—¡¿No me hiciste nada?!— preguntó con ironía. —¡Yo nunca debí cuidarte!—

Mi respiración empezó a agitarse y yo empecé a rascar mi brazo dejando algunos rasguños.

—No me grites.—

—¡Solo así entiendes!—

—¡Cállate!— levantó su mano y me dió una cachetada.

El dijo que nunca lo haría y lo hizo, me pegó. La persona que jamás pensé que haría eso lo hizo.

—Martina perdón.—

—Si eso te hace sentir mejor hazlo.— sobé mi mejilla. —Tu me dijiste eso y yo nunca lo hice pero veo que tu...Eres un mentiroso.—

—Perdón es qu- —

—¡No me importan tus estúpidas disculpas!— comencé a llorar aún más. —Tu dijiste que nunca me pegarías y lo hiciste.— lo miré. —Te odio.— me levanté para caminar pero el me detuvo, rápidamente le pegué una cachetada. —Lo que es igual nunca es trampa.— seguí caminando y llegué a mi habitación. —Me duele.— dije mientras sobaba mi mejilla.

Yo jamás pensé que el sería capaz de hacer eso.

(...)

Estaba tirada en mi cama desde hace unas horas, eran las 11 de la noche y me llegó una llamada de Lucas.

—Hola Marti, ¿Quieres salir?— no sería una mala idea.

—¿A donde?—

—No sé, a tomar alcohol supongo.—

Nunca en mi vida había probado una gota de alcohol.

—¿Vienes por mi?—

—Claro, estoy allá en diez.—

Besarte es mi pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora