Capítulo II

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Las guaridas de Black Mask no eran nada del otro mundo a simple apariencia externa, parecían talleres comunes y corrientes abandonados, esas suposiciones tempranas y soborno a ciertas mafias, le ayudaba muy bien a camuflarse, porque todo cambiaba cuando se miraba en el interior, ya nadie podía comentar lo mismo si lo hiciera, o pudiera salir vivo. Casi todas sus paredes parecían estar forradas de plomo, distinta maquinaria para poder crear, o modificar sus propios —en realidad robados— autos, a ello se le podía agregar que almacenaba muchos paquetes de cocaina cuyo valor podía comprar una ciudad entera. Casi un nido de murciélagos y ratas, así Kara lo describía para sus adentros, desacelerando el motor permitió que Kate se acomodara su Kawazaki, apagó el motor saliendo malhumorada por no haber corrido como deseaba, dando un ligero portazo se colocó junto a su amiga y compañera. Resistió las ganas de colocar los ojos en blanco al ver a sus compañeros ya listos contando fajos de billetes que habían ganado, su jefe no estaba, aún.

—Hey, Danvers —Adrian sonriendo algo fanfarrón terminaba de contar su tercer fajo de dólares—. ¿Cuánto hiciste esta noche? —miró sus manos vacías— Ups, creo que esta vez sí te gané, hice mil quinientos pavos.

—¿Mil quinientos? —Kara se rio mirándolo con lástima, se los arrebató— Mhmm... Sabes, este es el dinero que me debías de hace un año cuando perdiste la apuesta con el coreano —le dio unas cuentas palmadas fuertes sobre el pecho—. Gracias, compañero.

Kara era el estilo de mujer que podía ser dulce y sexy al mismo tiempo, no solo su rostro la ayudaba, también su forma de ser. Tanto así que algunas de sus compañeras experimentada y novatas buscaban meterse entre sus pantalones, por lo menos una noche, sonriendo de medio lado ante las carcajadas de los demás, acomodó su cabello desordenado mientas veían a su jefe llegar con gran estilo montado en una motocicleta Ducatti, no se preguntaba tampoco qué tramaba el hombre, solo le importaba tener mucho dinero en su cuenta bancaria falsa, solo para poder satisfacer sus caprichos como buena amante de los autos, pero muy dentro de sí, tenía una ligera espina de que era algo no muy bueno y no sabía por qué exactamente tenía esa punzada en interior, miró a Kate quién pareció adivinar sus pensamientos y se encogió de hombros.

—Aquí están mis muchachos favoritos —comentó Roman quitándose el casco—, tengo una misión muy importante para ustedes —quitándose esta vez los guantes lanzó una USB para que Cisco lo pusiera en el CPU—. Ante ustedes, señoritas, señores, tenemos la segunda versión del Myriad, "Leviathan". Esta sí es el arma más poderosa jamás creada por un humano común y corriente. Está diseñada para conquistar la mente a niveles superiores y casi sin errores, no necesita satélites, sino con un pequeño dispositivo puede invadir toda la red del internet, como si fuera un parásito.

Ese nombre causó que la rubia se sintiera de pronto una familiaridad sobre el aparato, apretó el agarre de sus brazos sobre el pecho intentando concentrarse e ignorar esa extraña sensación que había aparecido, mantuvo su posición casual manteniendo el contacto visual que extrañamente estaba manteniendo sobre ella, al no encontrar nada extraño, siguió dando su explicación.

—¿Cuándo lo tenemos en nuestro poder? —preguntó ignorante Adrian, sus ojos brillaban de forma ambiciosa— Estoy listo para la acción.

—Ese es su trabajo, Adrian —respondió paciente Black Mask—. Pero no será tan fácil, según mis informantes más leales, no estaremos solos. Nuestros "amigos" del FBI estarán entrometiéndose en nuestro camino y vendrán con una grata compañía para hacerlo más interesante.

—¿A quiénes tendremos que volarle los sesos? —preguntó Pamela sacando su lado más maquiavélico, casi podía reírse de tan solo imaginárselo— No me miren así, solo es un decir.

—No tengo dudas de que está demente... —susurró Kate ganándose un afirmativo por parte de sus compañeros más cercanos.

—Los Luthor, pero los quiero vivos —enfatizó la última palabra mirando a la rubia que, decepcionada, asintió murmurando algo entre dientes de armas y explosiones.

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