Capítulo III

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Considerando lo inútil que era quedarse en la cama reconociendo que no iba a dormir nada, se levantó. Gruñó sintiendo la molestia que generaban esos puntos de sutura en su omóplato; retiró sin cuidado su blusa blanca manchada de sangre arruinada, ignoró como estos se tensaron ante su brusquedad, eso era herida insignificante, una bajeza pensaba Kara. Poseía una espalda fuerte adornada de moretones con diferentes tonalidades y algunas cicatrices que contaban una historia. Ajustó su top deportivo mirando la ligera cortadura que Lena le hizo con su puñal en el cuello—la bastarda tiene carácter—, pensó sonriendo sin gracia, echó todo su cabello a un solo hombro dejando descubierto el tatuaje que poseía sobre su nuca, era la palabra justicia en chino, luchaba todos los días para conseguirla, decidió tatuárselo como un recordatorio personal, no era grande, prefirió que fuera pequeño y delicado. Se dirigió al baño para mojarse el rostro, dentro de poco debía volver a irse para reunirse con Lena y su equipo, pero Kara no se quedaría cruzada de brazos, convocó a unos conocidos —no autorizados—, iban a jugar limpio, no le gustaba tener desventaja, así que se atrevió a tomar la decisión a espaldas.

Masajeó un poco sus sienes, todavía habían muchas cosas que hacer, trabajar con unos criminales no le agradaba mucho; sin embargo, no había mucho que pidiera hacer, era su única oportunidad para atrapar a quién quiera que fuese, según le dijo Walker, iban en un buen camino, la agente Danvers lo dudaba, no sería sencillo porque él no estaba arriesgando el pellejo, solo su puesto. Rebuscó en su mochila una blusa limpia, agarró la primera que vio, negra con las mangas ligeramente cortas, al sacarla cayó la foto que siempre llevaba consigo eran sus padres, Jeremiah y Eliza Danvers, se colocó la blusa inclinando su cuerpo para recogerla del suelo, sonrió algo triste mirando sus rostros felices, le dolía que no estuvieran más en vida.

—Les prometo que regresaré a casa con Alex —pasó su pulgar sobre ella—, soy una Danvers diferente, en mi lema de vida no tiene la palabra rendirse —guardó la fotografía en su mochila, cerró el zipper y se la colocó sobre sus hombros para salir.

Subió a su Camaro colocando en el GPS la dirección, faltaba una hora para el amanecer, prefería llegar temprano y revisar que no se convirtiera en una trampa para matarla, nunca se confiaba, ni tampoco subestimaba a sus enemigos, su móvil vibró recibiendo una notificación, esbozó una sonrisa petulante acelerando el auto.

No era la única que no pudo cerrar los ojos un rato, Lena pasó la madrugada organizando a su equipo; estos no estaban tan convencidos de trabajar con esa ente gubernamental. Mucho menos arriesgar su extraña libertad, la mayoría estaba en diferentes países, prefirieron dividir sus caminos para no ser atrapados en conjunto, eran profesionales. Su grupo lo conformaba un hacker, Winslow "Winn" Schott, una ex militar, Lucy Lane, Michael "Mike" Matthews, un mecánico idiota que hacía bien su trabajo, Imra Ardeen, ex asistente de un importante traficante y Samantha, una ex abogada que tenía habilidad para las armas y motocicletas, eran los mejores.

—¿De verdad piensas en trabajar con el FBI, Lena? —Samantha sentada en su motocicleta miraba como alistaban los autos—. Todos estaremos arriesgando mucho —Lena cansada de escuchar quejas tiró fuerte la cajuela del Audi para encararla.

—Puedes largarte, Samantha. Nadie los tiene obligados a estar —le dio una mirada mortal haciendo que esta sintiera algo de temor sin tan siquiera levantar la voz— ¿Acaso no me has dicho que conoces a esa policía? —los demás esperaron sentados sobre el capó de sus autos nuevas instrucciones.

—Sí, fuimos compañeras en la Universidad, casi fuimos amigas —escuchó como el llamado Mike soltaba una carcajada, frunció su ceño—. ¿Por qué te ríes, imbécil?

—Me rio porque la vendiste, traicionaste su confianza —siguió riéndose agarrándose casi el estómago apoyado en el auto—. ¿Por lo menos está caliente?

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