─➤[ᴠɪɪ. ᴍᴀᴅʀᴇ]

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"𝐌𝐎𝐓𝐇𝐄𝐑"

𝐂𝐀𝐏Í𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐒𝐈𝐄𝐓𝐄

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Ken Sato estaba sentado en el gran sillón de su sala, mirando al techo con una expresión de introspección

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Ken Sato estaba sentado en el gran sillón de su sala, mirando al techo con una expresión de introspección. Las luces estaban apagadas, la penumbra cubría la habitación mientras él daba vueltas a la conversación que había tenido con su padre. La tensión, los reproches no dichos, la distancia emocional que parecía insuperable... todo esto lo abrumaba mientras masticaba una dona y bebía un vaso de leche.

Una sombra se movía sigilosamente por la casa, pero Ken no la notó. Kurogane, con su sigilo impecable, se acercó hasta estar justo detrás de él. Fue entonces cuando Ken vio su reflejo en el vidrio, una figura encapuchada con lentes de visión nocturna que lo observaba.

—¡Mina! —gritó Ken, pero antes de poder reaccionar, Kurogane lo sujetó con fuerza.

Ken intentó liberarse, pero Kurogane lo mantenía bajo control con una fuerza y precisión letales. Ella no dijo una sola palabra, incluso cuando Ken la exigía que revelara quién era.

—¿Quién eres? —preguntó Ken, forcejeando—. ¿Qué quieres de mí?

Kurogane no respondió, su silencio era implacable. Sostenía una cuchilla con una precisión aterradora, y cada movimiento estaba calculado para hacerle daño sin permitirle oportunidad de defensa.

En ese momento, Mina llegó volando, activando unas ramas defensivas que dispararon contra Kurogane. Sin embargo, ella esquivó fácilmente los disparos, destruyéndolos con una destreza sobrehumana.

—¡No puedes detenerme! —gritó Ken, desesperado, mientras trataba de desviar un golpe.

Kurogane desactivó a Mina con un artefacto desconocido, dejándolo solo. Ken, aunque era fuerte y habilidoso, no podía igualar la agilidad y precisión de Kurogane. Cada ataque suyo era bloqueado con facilidad, y cada contraataque de Kurogane lo dejaba más agotado.

Finalmente, Ken quedó atrapado debajo de ella. Kurogane sostenía una de sus manos con la suya, mientras que con su zapato inmovilizaba la otra mano de Ken. Estaba preparada para dar el golpe final cuando un llanto suave llenó la habitación.

Ambos se detuvieron. Kurogane miró hacia la puerta que conducía hacia abajo, su expresión oculta por los lentes, pero su atención claramente dividida.

—Tengo un Kaiju —dijo Ken, intentando asustarla—. Lo liberaré y te matará.

Kurogane lo miró, pero su expresión no cambió. No sentía miedo ni duda. La tensión era palpable, y por un momento, Ken pensó que su vida acabaría ahí.

𝐋𝐮𝐳 𝐲 𝐒𝐨𝐦𝐛𝐫𝐚 ⸻ 𝐔𝐋𝐓𝐑𝐀𝐌𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora