En las bulliciosas calles de Tokio, Yuki Tanaka lleva una doble vida: reportera dedicada por el día y letal asesina por la noche, conocida en los bajos fondos como "Kurogane". Sin embargo, su mundo se tambalea cuando recibe un encargo inesperado: el...
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Ken estaba sumergido en su bañera, rodeado de agua fría, hielo y latas de agua de coco flotando a su alrededor. Observaba con desánimo la repetición del partido de ese día en una pantalla cercana. Había sido un desastre total. Nunca imaginó que cuidar a un bebé Kaiju sería tan difícil y le robaría tanto tiempo. Se acercó una lata de agua de coco a su ojo golpeado, se quejó por lo bajo al sentir el contacto frío en su moretón. Sus brazos estaban llenos de raspones y el cansancio se reflejaba en su rostro.
—Ken. —La voz de Mina resonó por las bocinas de la casa.
—¿Mm? —respondió él, sin muchas ganas.
—Queremos enseñarte algo.
Ken gruñó al escucharlo y se cubrió la cara antes de hundirse en la bañera y gritar debajo del agua, liberando su frustración. Después de cambiarse, bajó al piso en el elevador. Suspiró y, al abrir los ojos, se encontró con una figura familiar. Una chica vestida de manera formal pero atractiva, con pantalones ajustados y una blusa elegante, estaba de pie frente a él.
—¿Quién eres tú? —preguntó Ken, pero antes de terminar la frase, la chica se giró.
Sus ojos rojos se encontraron con los de Ken, quien hizo una mueca al pensar que era bonita.
—Mina, ¿por qué has invitado a la reportera? —reclamó, luego notó que Yuki estaba observando a la bebé Kaiju y se exaltó aún más—. ¡Esto es peor! ¡Ya está viendo a la bebé Kaiju!
Yuki suspiró, su expresión era una mezcla de cansancio y resolución.
—No diré nada, Ken. No diré nada porque yo soy Akarui Tori.
Ken se quedó callado unos segundos, asimilando la revelación, luego bromeó con incredulidad.
—¿Estás diciendo que tú, la reportera, eres Akarui Tori? Vaya, esto no puede empeorar.
Mina intervino rápidamente, flotando frente a él.
—Es verdad, Ken.
Ken miró a Mina, luego a Yuki, quien cruzaba los brazos.
—La necesitamos, Ken. Ella también es como una madre para la bebé.
Ken negó con la cabeza, furioso.
—¡Esto es ridículo! No necesitamos a nadie más aquí. Menos a ella.
—Tampoco estoy de acuerdo con esto, Ken —respondió Yuki con firmeza—. Pero lo hago por la bebé.
