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Bakugo dormía profundamente cuando sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Al abrir los ojos, se topó con Kirishima sentado en una esquina de la cama, con una expresión de angustia en el rostro.

—Kirishima, ¿qué pasa? —preguntó Bakugo, todavía medio dormido.

El pelirrojo se giró para mirarlo, tomó aire y se acomodó al lado de su amigo rubio, volviendo a tomar su lugar en la cama. Ahora estaba cara a cara con Bakugo.

—Lo siento, Katsu. Últimamente no he podido dormir bien, no logro agarrar sueño... Y cuando puedo, suelo tener pesadillas. No quería molestarte, pero creo que ya estás despierto —soltó una pequeña risa para aliviar el momento.

—No tienes que disculparte por eso, idiota —murmuró Bakugo con voz suave y firme.

Sin decir una palabra, Bakugo extendió un brazo y lo rodeó con un abrazo reconfortante. Kirishima se dejó caer en el abrazo, sintiendo una mezcla de alivio y gratitud.

"¿Qué hago? Esta mierda es nueva para mí". Bakugo pensó mientras acercaba más a Kirishima. "Nunca he sido el tipo de personas que da abrazos, pero... esto es diferente. Kirishima es diferente".

Kirishima se aferró a su amigo, sintiendo que el miedo y la angustia comenzaban a desvanecerse. Durante unos minutos, ninguno de los dos dijo nada. El silencio era cálido y reconfortante. "Siempre he sido muy protector con mi espacio personal, pero... con él, es distinto. Me siento... cómodo". El rubio pensaba y pensaba, pero en ningún momento soltó a su amigo. Cuando pensó que el pelirrojo se había dormido, decidió dejarse llevar y volver al mundo de los sueños. Ahora era distinto; ya no sentía que estuviera descansando solo, sentía una calidez en su pecho que logró que en un par de minutos estuviera al borde de dormir, cuando escuchó que el chico que supuestamente estaba dormido empezó a murmurar.

—Gracias, has hecho de este tiempo que me queda maravilloso —dijo finalmente Kirishima, su voz apenas un susurro.

"¿Este tiempo que me queda? ¿Qué mierda tratas de decir?" Fueron los pensamientos de Bakugo al escuchar lo que su amigo decía. Decidió por ese momento pasar de largo lo que escuchó y dormir, aunque la duda lo matara.

 Decidió por ese momento pasar de largo lo que escuchó y dormir, aunque la duda lo matara

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Al día siguiente, ambos chicos estaban desayunando. Después del desayuno, decidieron dar un paseo por el parque. Bakugo iba a ir a dejar a Kirishima a su hogar, pero raramente este rechazó y dijo que podía seguir solo. El rubio se estuvo cuestionando si dejarlo a su merced. "Es alguien mayor, Katsuki. Es obvio que igual puede andar solo... Pero, ¿se negó a que lo acompañe?". Durante esos pocos segundos, en su cabeza pasaron ideas que ni él pensaba que podría llegar a pensar con respecto a una persona.

Sacudió su cabeza y solo asintió, para luego darse media vuelta y largarse.

Pasaron un par de días y Kirishima se había empezado a ausentar en su trabajo, y las mañanas de salir a trotar o ir al gimnasio acompañado se volvieron mañanas de volver a la rutina, ...

Una tarde casual, Bakugo iba camino a tomar un café, como siempre lo hacía, con la esperanza de encontrar a Kirishima ahí, pero lo que no esperaba era encontrar a su amigo saliendo del hospital con papeles en mano. El rubio, al verlo, no pudo evitar correr a su lado para saber qué sucedía.

—¿Qué mierda contigo? Te ausentas por días y de la nada apareces en un hospital —Bakugo sonaba enojado, pero en sus ojos se podía notar la preocupación.

El pelirrojo lo miró asombrado, no esperaba toparse a aquel chico ahí.

—Soy un paciente ambulatorio, nada grave —respondió Kirishima, tratando de sonar despreocupado.

Ambos chicos se quedaron hablando durante un par de minutos, poniéndose al día, pero en ningún momento Kirishima hablo sobre el hospital.

Al llegar a casa, Bakugo no podía sacarse de la cabeza la imagen del hospital donde había visto salir a Kirishima. No se había imaginado que él estuviera en un lugar así. Mientras preparaba una taza de té en la cocina, las palabras de Kirishima resonaban en su mente: "Soy un paciente ambulatorio, nada grave". Sin embargo, Bakugo sabía que los hospitales no eran lugares donde la gente estuviera si todo estuviera perfectamente bien.

Bakugo se sintió incómodo. No estaba acostumbrado a lidiar con la enfermedad o la fragilidad de otros. Desde pequeño, había sido independiente y había enfrentado desafíos sin necesitar la ayuda de nadie ni ayudar a nadie. Pero Kirishima no parecía alguien que se dejara asustar fácilmente por su situación. Su energía y actitud positiva ante la vida eran notorias, e incluso hoy le dedicó una hermosa sonrisa, la sonrisa que calmaba cualquier adversidad para el rubio. Aquel pelirrojo se volvió su estrella en la noche oscura. Aunque Bakugo no lo admitiera abiertamente, algo en la fortaleza de Kirishima le impresionaba.

"Quizás es solo un lugar temporal para él", se dijo Bakugo mientras daba un sorbo a su té. Intentaba encontrar una explicación que hiciera más fácil ignorar la incómoda realidad. Pero sabía que no podía ignorar por completo el contexto de la vida de Kirishima.

Mientras tanto, una parte de él se preguntaba si ser amigo de Kirishima significaría enfrentar también sus propios prejuicios y miedos hacia la enfermedad y la fragilidad humana. Era un territorio desconocido para Bakugo, acostumbrado a mantenerse en control y proteger sus propias vulnerabilidades.

"A pesar de todo, no te voy a dejar solo, dientes de tiburón".

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