XXII

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La aglomeración en las calles de la ciudad era una clara señal de que el desfile ya había comenzado. Era molesto. Odioso.

Podía oír a las personas conversando, yendo de un lado al otro en grupos o parejas.

Al respirar, una sensación de pesadez se apoderó en su pecho. Recordaba vívidamente que él solía estar así. Rodeado de tanta gente. Actualmente era alguien a quien se le podría llamar inaccesible, sin amigos pese a que había tantas personas a su alrededor que, por alguna u otra razón, deseaban acercarse a él.

Los recuerdos llegaron a él como el rocío de la mañana, lenta y suavemente. Esa era su condena, recordar a la perfección cada uno de sus errores. Así lo creía. Para él era lo justo después de escupir al más puro amor que habían puesto frente a él.

Una llamada entrante le hizo dirigir su atención a su celular.

—¡Holis! —la alegre voz al otro lado de la línea le irritó un poco.

—¿Qué quieres? —preguntó molesto. Usual en él por aquel comportamiento huraño suyo.

—¡Ay! ¡Pero que rudo eres conmigo! ¡Y yo aquí preocupándome por ti! —se fingió dolido.

—Voy a colgar —amenazó serio.

—¡Ya! ¡Ya! ¡Disculpa! —se apresuró a decir, temeroso de que cumpliera con sus palabras—. Es solo que los muchachos y yo te estamos buscando para pasar el día divirtiéndonos.

—Ya veo...

—¿Entonces? ¿Vienes con nosotros a ver el desfile? —habló con el ánimo recuperado. Alegre y vivaz.

—No quiero ir —respondió sin pensar dos veces—. Pueden ir ustedes solos.

—Ay. ¿Pero por qué eres así? —se quejó—. Ven a divertirte. Estamos todos aquí.

—¿Qué diferencia habría si vamos juntos o no?

—¡Uy! ¿Estas aquí? —exclamó emocionado—. Dinos en donde, e iremos ahí.

Suspiró ante tal inasistencia. Había planeado pasar el día a solas y mirar el desfile, pero sus compañeros de universidad le estaban haciendo las cosas difíciles. Solo estaba ahí porque lo había prometido. ¿Por quien estaba dispuesto a desperdiciar su valioso tiempo de esa manera?

—Solo estoy aquí porque prometí estarlo.

—Por esoooo —dijo burlesco—. Recuerda que nuestro queridísimo amigo dijo que quería invitarnos a comer.

—Ya dije que no iré.

No importó cuanto suplicara o rogara, su posición era firme. Él había aceptado que ir al desfile solo para ver la participación en el desfile de cierto idiota que se autoproclamó su amigo.

Del otro lado de la línea pudo identificar las animadas voces del revoltoso grupo de jóvenes que lo estaban animando a acompañarlos.

­—Agh —llevó una de sus manos a sus a sus cabellos rubios—. Si nos encontramos por casualidad, no creo tener otra opción más que seguirlos.

—¡Exacto! Además, el tiburoncín está tan emocionado por que conozcamos a todos sus amigos —contestó.

Rodó los ojos ante tal comentario. Nunca había dado indicio alguno de que le importara alguno de ellos. O al menos eso era lo que él creía.

—Como sea. Suerte con encontrarme.

Colgó antes de que siquiera se formulara palabra alguna del otro lado de la llamada. Apagó el celular y lo guardó en uno de los bolsillos internos de su chaqueta gris aspargo oscura. Continuó caminando sin un rumbo exacto, pero siempre procurando mirar hacia los partícipes del desfile. Buscando con la mirada, entre el mar de colores, un rojo en particular.

Luces, cámara y... ¿SEXO?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora