XXIII

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Cuatro horas atrás, su avión aterrizó, pero su recibimiento no fue exactamente lo que esperaba. Había paparazis, periodistas, reporteros y camarógrafos, todo el tipo de atención que siempre creyó merecer. El único problema era que... toda aquella atención no era para ella, sino para...

—¡Señorita Vi Rose! ¡Bienvenida!

Esa mujer... 

Llevaba un traje de falda verde manzana de piqué de lana, de la colección de los años 90 de Christian Dior. La saludó alegremente apenas salió del aeropuerto, y alrededor de ella, como abejas a la miel, estaba esa bola de imbéciles sedientos por una primicia y una buena toma de su objetivo.

Rose mordió su lengua con la fuerza suficiente para provocarle dolor, pero sin llegar a herirse realmente, solo para poder controlarse. No era alguien que soportara compartir la atención y mucho menos toleraba no ser el centro de la misma.

—¡Kayama-san! ¡Un gusto conocerla! —dijo Vi Rose, extendiendo su mano.

—¡Ay! ¡El gusto es mío! —dijo Kayama con una amplia sonrisa—. Por cierto, eres realmente linda. Mi asistente no exageraba cuando dijo que eras toda una belleza.

—Kayama-sama, por favor... No exagere con mis palabras —interrumpió en voz avergonzada una mujer detrás de Kayama, a quien Vi Rose había ignorado deliberadamente.

—Esta es mi asistente, Yamagawa Ayumi, —la señaló con su mano derecha mientras sonreía—. Por cierto, ella fue quien organizó su estancia y ha estado en contacto con usted durante todo el proceso de las negociaciones.

—Un placer conocerla en persona, Rose-san.

—El placer es mío, —respondió Vi Rose.

—Espero que no piense que soy una impertinente, pero me tomé la libertad de pasar por usted y llevarla hasta lo que será su residencia durante su estadía en Japón —agregó Nemuri.

—No, no es impertinente. Debo agradecerle por ello; será más fácil para mí.

Con la ayuda de uno de los guardaespaldas de Kayama, las maletas de la joven extranjera fueron colocadas en la cajuela de la limosina que las esperaba. En cuanto los paparazis vieron a la empresaria avanzar hacia el auto, todos comenzaron a acercarse con furor, al igual que el resto de los interesados en ella.

—Señorita Kayama, escuchamos que su padre ha pensado en desheredarla, ¿es eso cierto? —preguntó con emoción una periodista.

—Señorita Kayama, por aquí. Una foto, por favor, —intentó acercarse un fotógrafo, pero fue detenido por uno de los guardaespaldas.

—Según rumores, usted mantiene una relación romántica con un miembro de la ASIN. ¿Eso es cierto?

Vi sabía que Kayama Nemuri era una figura pública muy conocida en Japón, ¿pero qué hay de ella? No era una chica cualquiera. Era atractiva, rubia con las puntas en rosa, medía un metro setenta, de tez blanca y ojos verdes. Había sido invitada a grandes eventos, alfombras rojas, desfiles de moda, premiaciones. Era el rostro de una marca de cosméticos muy reconocida y estaba por iniciar su carrera actoral.

Era una figura pública en Occidente, bastante conocida y querida por muchos. Sin embargo, para el resto del mundo, era una desconocida o, cuando menos, alguien poco relevante. Era entendible el comportamiento de los medios; aun así, no le agradaba. Le parecían auténticas molestias: gente hipócrita que te aborda con una sonrisa agradable solo para obtener tu voz y hacer con ella lo que les plazca. Los odiaba.

Detestaba la idea de estar cerca de Nemuri Kayama. Nunca había tratado personalmente con ella durante las negociaciones para la colaboración; todo había sido a través de su asistente, y por eso no lograba entender qué hacía esa mujer ahí. Durante todo el camino, mantuvieron una conversación amena sobre su estadía y los preparativos de la entrevista. Cada palabra y expresión suya estaba meticulosamente pensada; tenía un acto que mantener. Se sintió aliviada cuando finalmente estuvo dentro de la habitación del hotel en donde se hospedaría.

Luces, cámara y... ¿SEXO?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora