—¡Lenny! ¿Has visto mi top rosa? —Amalia chillaba desde un cuarto al otro continuamente, y más si se estaba preparando para salir de fiesta.
Había accedido a acudir a una fiesta ese día. No sabía ni a qué hora ni dónde era, pero bueno, era una fiesta, así que ahí estaríamos.
—¡No sé! Mira a ver si está en la secadora
Al instante la vi correteando hacia el cuarto de la colada. Fui tras ella, quería ver si mi falda negra estaba ahí.
—A todo esto, ¿tienes idea de quién va a estar en esa fiesta?
—Ni idea, un chico de mi clase me dijo que todo el mundo iría, así que allá que vamos.
Enarqué una ceja, yo hubiese dicho lo mismo.
—Claro que sí
Me volví para ir a mi cuarto dando saltitos y cantando al ritmo de Guay de nuestra cantante favorita de todos los tiempos, Bad Gyal.
Abrí la puerta del baño para darme una ducha completa. Al salir de ella eché un vistazo al móvil, mi hermana me había mandado un mensaje:
Elm - Tengo que hablar contigo, ¿Nos vemos el lunes?
Si - Lena
¿Dónde?
Elm - Puedes pasarte por mi oficina a la tarde
Genial, mi sitio favorito.
Decidí no contestarle, de eso me encargaría más tarde. Mi única preocupación era estar deslumbrante para la fiesta desconocida a la que iríamos.
Tras el episodio de la oficina, no había querido estar por ahí, así que le había dicho a Elma que tenía mucho trabajo. Pero esa noche me obligué a mí misma a pasarlo bien.
Si ya estaba de buen humor, me animé aún más cuando mi teléfono sonó con un nuevo correo de mi profesor, y vi que había obtenido un sobresaliente en mi investigación sobre los perros.
Toma esa.
Tras estar una media hora probándome ropa y amontonando en mi cama como una psicópata, quedé satisfecha con la primera opción que me había probado. El conjunto en cuestión se componía de una falda corta y negra, un top plateado con la espalda abierta, unas botas negras con plataforma y una cadena de óvalos plateados alrededor de mi cadera, por encima de la falda.
Me decidí por unas ondas sutiles en el pelo, y me puse mis accesorios habituales, a juego con mi bolso plateado.
Bueno, no era exáctamente mío.
—Am, te cojo el bolso plateado, ¿vale? —me asomé a la puerta, para que me escuchara mejor.
Amalia fingió estar pensándolo unos segundos, cuando finalmente se decidió a negociar.
—Sólo si me dejas los tacones negros.
—Trato.
—Trato.
Con una sonrisita, volví y me embadurné de perfume de vainilla y coco, el que siempre llevaba.
Tenía esa manía con los olores, amaba que los demás me reconocieran inmediatamente por ese olor característico de mi perfume de coco y vainilla. Me había costado encontrarlo, porque años antes estuve probando diferentes olores; desde algodón de azúcar hasta mango pasando por muchos otros olores. Pero, aunque me gustaran, no los sentía míos, no me pertenecían.
Al salir de la habitación vi que Am ya estaba lista, pero descalza. Volví de puntitas a mi habitación para coger los tacones que me había pedido y los lancé hacia ella.
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Amor de Aguas Griegas
RomanceEl verano pasado Lena Ballis sufrió un grave "accidente" que causó mucho miedo y ansiedad en ella. Al llegar a su segundo año en la Universidad de Atenas, se da cuenta de que ya nada será como antes, ahora su vida está llena de miedo, ansiedad y los...