—Lena, ¡Lena! ¡Despierta!Abrí los ojos de golpe. Amalia me estaba zarandeando como una posesa. Al mirar alrededor, vi que seguía estando tumbada en una de las tumbonas del jardín trasero. Probablemente me había quedado dormida después de que Alessandro se fuera.
—¿Qué pasa? —me pasé una mano por los ojos, para acostumbrarme a la luz.
—No sé, dímelo tú —al ver que yo no sabía de lo que me estaba hablando, añadió —. Llevas un rato gritando y llorando en sueños, Lena. ¿Qué pasa?
Su mirada se suavizó considerablemente, casi me miró con ojos comprensivos. Am podía parecer una víbora, pero una vez la conocías te dabas cuenta de que era muy empática.
—¿Tanto estaba gritando?
—Sí. ¿Quieres hablarlo?
Llevábamos tantos años siendo amigas que sabía perfectamente que, de no querer, no me presionaría. Pero, sinceramente, sí que quería. Me daba miedo, pero seguramente me sentiría mucho mejor después de hablar con mi mejor amiga.
Por eso, me incorporé un poco más en la tumbona, dando a entender que quería hablar. Amalia ocupó la de al lado, imitando mi posición, atenta a mis movimientos.
—Tiene que ver con el viaje, ¿Verdad? —cuestionó suavemente.
—Sí y no.
Alcé la mirada y la encontré observandome, un poco desconcertada. Suspiré pesadamente, soltando el aire que no sabía que estaba reteniendo, y empecé a relatarle todo lo sucedido.
Tuve que hacer varias pausas para respirar y tragar el enorme nudo que se me formaba en la garganta, y Amalia terminó abrazada a mí tranquilizándome. Para cuando terminé de desahogarme y contarle todo, sentía los ojos hinchados y la cara ardiendo, por la cantidad desmesurada de lágrimas que había derramado.
No sé cuánto tiempo estuvimos así, yo entre los brazos de Am y ambas llorando por lo frustrante que era la situación. Ella sabía mejor que nadie lo mal que lo había pasado —y seguía pasando —por eso.
—¿Puedo darte un consejo, Lenny?
—Claro.
—Bien. Ya sé que te cerraste en banda la primera vez que te lo propuse, pero yo escucha. Entiendo perfectamente lo difícil que es esta situación y lo saturada que te sientes. Yo creo que te ayudaría mucho hablarlo con algún profesional, ya sabes. A fin de cuentas, ellos son los que más entienden el funcionamiento del cerebro humano y sus emociones. Podemos ir juntas, si quieres.
—No sé, Am. No creo que esté cómoda abriéndome con una persona desconocida.
—Puede parecerte complicado al principio, pero te pido que le des una oportunidad. No te garantizo que vaya a ser rápido, pero con suerte te ayudará a mejorar. Claro que siempre puedo ser yo tu psicóloga, pero al final del día los que más te entienden son los que se dedican a eso. Piensatelo, y me dices.
—Lo pensaré.
Amalia me lanzó una sonrisa llena de orgullo.
—Gracias.
Me limpié las lágrimas, y me incorporé un poco más. Suficiente autocompadecimiento por el momento. Además, me acordé de una conversación importante que debíamos mantener.
—Creo haber visto una cesta llena de comida italiana al entrar a la casa —Amalia adoptó un gesto sorprendido, como si no supiera que él había dejado un regalo para ella —. Propongo hacer una cena de cinco estrellas, y así me cuentas lo que claramente está pasando entre Alessandro y tú, ¿qué te parece?
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Amor de Aguas Griegas
عاطفيةEl verano pasado Lena Ballis sufrió un grave "accidente" que causó mucho miedo y ansiedad en ella. Al llegar a su segundo año en la Universidad de Atenas, se da cuenta de que ya nada será como antes, ahora su vida está llena de miedo, ansiedad y los...