—Venga, vamos allá.
Tomé respiraciones profundas para tranquilizarme, y salí de casa con Jane. Al llegar al muelle, Jane se escapó a hablar con unos compañeros suyos, y yo me aparté un poco del grupo para pensar alguna estrategia para aguantar tantas horas en aquel barco.
Dentro de lo malo, lo bueno era que el barco contaba con una habitación cubierta, en la que pensaba estar todo el viaje.
—Voy a empezar a pensar que eres antisocial.
Pegué un saltito, sobresaltada, al escuchar la voz de Cole detrás. ¿Podía leerme la mente? ¿O se refería al hecho de que estaba apartada? Qué miedo.
—Y yo a pensar que me acosas.
—No confirmo ni desmiento.
No pude evitar que mis labios se curvaran hacia arriba con ese comentario.
—¿Conseguiste dormir? —cuestionó en cuanto vio que me empezaba a dirigir hacia el muelle, con el resto.
—Sí.
—¿Lo ves? La carrera fue una idea maravillosa, como lo soy yo.
Puse los ojos en blanco con esa afirmación.
—Lo fue, porque gané yo —seguía estando orgullosa de mí misma por haber ganado —. Hablando de eso, te falta el castigo.
—Claro —bufó con desacuerdo —. ¿Cuál era el reto?
—Llevar la palabra perdedor escrita en la frente, durante todo el día.
—¿Vas a escribir perdedor en mi preciosa cara, Lena? —propuso en tono vacilón, tanto que me hubiese gustado darle con algo para que se pusiera serio.
—Claro que sí, un reto es un reto.
Antes de que se escapara, saqué de mi bolsa una pintura para la cara, y me acerqué hacia él. Si tenía que hacer esto, al menos le haría pasar un mal trago.
A pesar de que yo era bastante alta, Cole me sacaba unos veinte centímetros, así que lo agarré del mentón y le obligué a bajar la cabeza cuando nuestros cuerpos se rozaron.
Cole tragó saliva cuando me acerqué aún más a él, poniendo una mano en su nuca, para que no se moviera mientras le pintaba la frente. Intenté disimular la sorpresa al sentir los músculos tonificados de su torso, y su piel tonificada.
Lo que no esperaba era que sus manos volaran hacia mi cintura en un acto reflejo. Bien, estaba consiguiendo ponerle nervioso. Pero él también lo estaba intentando conmigo. No pensaba caer en su trampa.
Me alcé de puntillas y comencé a escribir en su frente, con cuidado. Tenía una tez suave y lisa, ligeramente bronceada tras el verano. Estábamos tan cerca que nuestras respiraciones parecían una sola.
Al terminar, me apresuré a soltarme e ir hacia donde el barco estaba, no sin antes añadir algo para disipar la extraña sensación que me había dejado aquel momento.
—Genial, ahora todo el mundo sabrá lo que eres realmente.
—Lo dices como si fuese horrible y llevase una máscara puesta.
***
Llevábamos media hora navegando, y sinceramente, no estaba tan mal. A ver, sí, había pasado esos treinta minutos dentro del barco, sin ver nada de agua, pero no estaba tan mal después de todo.
La habitación —que era, básicamente, una "caja" en la superficie del barco —tenía todas las paredes de madera, muy rústico para mi gusto. Pero era muy acogedora. Contaba con un escritorio en medio y una estantería con varios útiles de pesca a un lado.
—¿Limonada? —Hasta ese momento no me había dado cuenta de que alguien había entrado.
—Gracias, Jane.
Jane me sonrió cálidamente. Tras decir que el sol le había aturdido, se quedó el resto del viaje de ida conmigo, hablando tranquilamente sobre asuntos de negocios.
Nunca pensé que diría eso.
Al llegar, uno de los capitanes locales se encargó de atar el barco, y todos bajamos a la cala que se abría a nuestro alrededor. Era preciosa. Tenía un tamaño perfecto para ser tranquila pero abarcar la suficiente cantidad de turistas que visitaban aquellas islas. El acceso desde tierra contaba con un sendero de tablas de madera encantador, y la arena era brillante y aterciopelada bajo mis pies.
Me atreví a mirar al agua, y, como ya suponía, esta contaba con un color aguamarina precioso y reluciente, tan transparente que podía ver al detalle todo el fondo marino.
—Esto es...
—Increíble, sí —correspondió, entonces, Elián —. Esta cala es perfecta, es justo lo que teníamos en mente.
—Desde luego, a Elma le encantaría.
Estuvimos recorriendo la cala, proponiendo construir un beach club con barra al aire libre en una de las esquinas, dónde poner la zona de tumbonas, y planeando todo lo que había por planear. Tras planificar todo el área de la playa, el grupo en completo nos adentramos por el sendero hacia lo que era el terreno en sí.
Como era de esperar, el terreno también resultó perfecto para los planes que teníamos —sí, yo incluida, le iba cogiendo el gusto a eso de ser jefa y tener proyectos —, que se resumían en crear grupos de cabañas de madera de estilo costero, con piscinas y merenderos comunitarios para cada grupo.
Fuimos de vuelta al barco a comer, antes de marchar otra vez. Dispusimos una mesa en la zona para tomar el sol —la parte delantera del barco —y sacamos la comida para empezar a comer.
Saciamos el hambre y nos quedamos hablando tranquilamente al sol abrasador.
En general, la mañana transcurrió muy tranquila. No lo pasé mal en ningún momento, ni me dio otro de esos ataques de pánico, como había sucedido el día anterior, cuando me dijeron que me pasaría todo el día allí.
Bueno, al menos hasta que Cole me ayudó a pararlo. Hablando de él, no habíamos hablado en toda la mañana. Nada.
Tampoco quería que lo hiciera, obviamente. Así mejor..
—¡Ey! ¿No os apetece un baño?
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal al escuchar esas palabras. No, desde luego que no me apetecía un baño.
Habíamos salido ya hace rato, por lo que ahora estábamos en mar abierto, y el agua ya no era tan cristalina ni de lejos, daba miedo. No podía.
Todos empezaron a tirarse al agua y a hacer piruetas graciosas. Me divertía verlos, pero, definitivamente, tenía el estómago revuelto.
Me levanté para coger otra copa de ouzo, una bebida típica del lugar. Estaba volviendo a mi hamaca, cuando noté que todos me miraban fijamente, expectantes.
—¿Qué?
—¿No te quieres bañar? —preguntó Elián.
—No me apetece —me encogí de hombros en un gesto que pretendía ser despreocupado. De pronto, Elián se empezó a reír fuertemente —. Me estás asustando.
—¡Bu! —chilló alguien detrás de mí, y, acto seguido, me empujó para tirarme al agua.
***
ig: nago222_
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Amor de Aguas Griegas
Roman d'amourEl verano pasado Lena Ballis sufrió un grave "accidente" que causó mucho miedo y ansiedad en ella. Al llegar a su segundo año en la Universidad de Atenas, se da cuenta de que ya nada será como antes, ahora su vida está llena de miedo, ansiedad y los...