Cole Makris
No era mi intención que la broma llegase tan lejos. En serio. Al verla tambalearse de un lado a otro mientras corría al baño con cara de susto, una punzada de arrepentimiento atravesó mi pecho.
Al darme cuenta de que nadie la ayudaría, me levanté y, con pasos firmes, avancé hasta el cuarto de baño. Llegué justo a tiempo para evitar que se cayese al suelo, inconsciente.
Al principio, Lena se sobresaltó al notar mis manos firmes en sus caderas, en un intento de estabilizar su cuerpo. Una descarga me sacudió el cuerpo cuando ella dejó caer todo su peso en mí.
Rápidamente, la alcé sobre mi hombro y la metí en mi coche, dispuesto a llevarla a su casa. No sin antes avisar a su asistente, Jane, para que nos acompañara.
El camino de vuelta fue silencioso. Lena se encontraba tumbada en los asientos traseros, con la cabeza en el regazo de Jane. No sabía si ella estaba al tanto de que —sin intenciones de generar todo esto —yo había sido el culpable de su reacción.
Porque tenía que ser eso, alguna clase de reacción alérgica al chile habanero.
Aparqué en la entrada del hotel-casa, y entré con ella en brazos al instante en el que Jane abrió la puerta. Ella me hizo señas para que supiera cuál era su cuarto.
La solté nada más llegar a su habitación, con cuidado de que no se cayera de la cama. Toda la piel me ardía sin razón alguna. Puede que me hubiera transmitido su alergia, quién sabe. Me aseguré de que Jane la cuidara e hice una llamada a un médico local para que viniese a revisarla.
Tras esto, salí de la habitación como un rayo, cerrando tras de mí. En cuanto salí de aquella casa y entré en la mía, la preocupación disminuyó y mi broma me resultó ridículamente divertida. A ver, sí, me había pasado un poco, pero ella llevaba semanas llamándome esclavo y tratandome como tal. Por no obviar el hecho de que me lanzó una botella de cristal a la espalda.
***
Lena Ballis
Escuché unos murmullos, tal vez una conversación, no sé, no entendí nada. Abrí los ojos al tiempo que percibí la puerta de mi habitación cerrarse.
—Oh, qué bien que haya despertado, señorita Lena. ¿Cómo se encuentra?
—Me encuentro bien, Jane. Gracias por preocuparte.
La mujer se limitó a sonreír cálidamente.
—He llamado a la clínica local, en seguida llegará un médico a ver que todo está como debe estar.
Fue entonces cuando caí en la cuenta de lo pasado en las últimas horas. De la sensación de picor por mi garganta y la hinchazón de toda mi boca.
Cole.
Cómo no.
Técnicamente, no tenía pruebas para culparlo. Pero el chile habanero que pidió y el chile habanero de mi ensalada resultaban inquietantemente iguales.
Si en algún momento había dicho que no tenía razones suficientes para odiarlo, lo retiraba. Me di cuenta de que él realmente era inútil. Había cruzado la línea, y mucho. Una cosa era creerse superior al resto del mundo y ser insufrible, pero, ¿Provocar una reacción alérgica tan fuerte como para que me desmayara? Eso sobrepasaba, de mucho, mis límites.
El médico llegó y empezó a comprobar mis datos vitales, para asegurarse de que estaba bien. Efectivamente, me dijo que había tenido una reacción alérgica. Bastante fuerte, de hecho. Me recetó unos medicamentos para tomar durante los días que necesitara.
Acto seguido, el médico se levantó y salió por patas de la casa.
—Señorita Lena —empezó Jane.
—Llámame Lena, por favor —detestaba que me llamaran "señorita" —. Y no tengo problema con que nos tuteemos, me es más cómodo.
—Por supuesto. Verás, sé que ahora no es el mejor momento para pensar en el trabajo.
—Da igual, dilo de todos modos.
Tras soltar un suspiro, continuó.
—Los principales directores de la isla os han citado a tí y a tu equipo mañana, para ir a analizar un nuevo terreno que podría sernos útil en un futuro cercano.
—Eh, está bien, supongo.
—Saldremos mañana sobre las nueve. El muelle está cerca de aquí, por lo que podremos ir caminando.
—¿Muelle? —ese detalle no me había agradado mucho.
—Sí. El terreno cuenta con una cala privada, y los directores quieren asegurarse de que el acceso en barco es sencillo, para que los turistas puedan entrar y salir navegando en caso de construir unos aparthoteles por la zona.
La cabeza me dió vueltas al escuchar esa información. No me sentía ni mental ni físicamente preparada para subirme a un barco y navegar por el mar, la verdad.
En ese momento alguien volvió a entrar a la habitación, recuerdo que pensé que era Cole y me reí de la situación, pero no podía centrarme en nada.
La simple idea de estar horas —probablemente todo el día —perdida en medio del Mar Egeo, con todo lo que eso suponía —mareos, la gran probabilidad de caerme, que a alguien se le ocurriera darnos un chapuzón, recuerdos, heridas, golpes, ataques de pánico... —hizo que mi visión se tornara borrosa. Traté de incorporarme pero estaba demasiado aturdida, presa del pánico, como para sujetarme en pie. Mis rodillas flaquearon y caí al suelo, quedando sentada sobre él. Sentí que me temblaba el pulso y mi respiración se volvía frenética.
Él debió de darse cuenta, porque se agachó a mi lado y me tomo de las manos, mirándome con expresión serena.
Ese gesto, por muy insignificante que pareciera, me ayudó a calmar un poco mi respiración.
—Respira, Lena. Cierra los ojos. —en ese momento, su voz me infundió confianza, e hice lo que me pedía, a pesar de lo mucho que me desagradaba —. Coge aire profundamente —al ver que hacía lo que me estaba pidiendo, continuó —. Eso es. Visualiza tus pulmones llenarse de aire y renacer, y todo tu cuerpo oxigenarse. Bien. Ahora, suelta el aire lentamente por la boca.
Estuve así un rato más hasta que volví a la normalidad. Ese ejercicio me había ayudado mucho.
—Muchísimas gracias.
Cole me sonrió con comprensión.
—Cuando quieras. Es normal tener ataques de pánico, pero poco a poco, debes ir controlandolos.
Asentí, agradecida.
Al rato, cuando todo el mundo se fue de mi habitación, y cuando me aseguré de estar calmada del todo, me dí una ducha para despejarme y me metí a la cama, a ver si conseguía descansar un poco, al menos.
***
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Amor de Aguas Griegas
RomanceEl verano pasado Lena Ballis sufrió un grave "accidente" que causó mucho miedo y ansiedad en ella. Al llegar a su segundo año en la Universidad de Atenas, se da cuenta de que ya nada será como antes, ahora su vida está llena de miedo, ansiedad y los...