Capítulo 13 - Vámonos

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-Pues habéis caído en mi trampa-, espetó Illumi, sorpresa ausente en su tono de voz, la alegría tampoco estaba, simplemente lo mencionó como si fuera un dato casi irrelevante. Se acercó a su hermano, ignorando las paralizadas miradas de los huéspedes. Tomó de los hombros al joven obligándolo a mirarles. -Te han estado esperando, Kil. Han venido hasta aquí a verte.

La lluvia amenazando contra los ventanales, truenos de fondo, la oscuridad a su alrededor meramente iluminada por las lámparas en la pared de la habitación. Gon reconocía la mirada de su amigo, pero no era a la que estaba acostumbrado. Esos ojos no le recordaban a alguien bondadoso como lo era realmente Killua o Canary, sino que eran fríos como los de Mike. No había emoción alguna, eran un océano. Se sentía como un náufrago en medio de la nada; sin tierra, sin orientación, sin comida, sin refugio; sólo él y una insignificante balsa que no se movía ante nada.

Espabiló al último instante, apartando de un empujón al asesino. Ardor se esparcía por su costado. Había atacado directamente al corazón. Le estaba intentando matar.

El joven ojiazul se detuvo ante el intento fallido, Gon cayó sobre sus rodillas, tanto sorprendido como herido. Llevó una mano ilusa a su torso, regresando ante su rostro bañada en sangre.
Kurapika y Leorio aprovecharon a atacar, ambos por lados diferentes, igualmente, se las ingenió para esquivarles. Retomó su camino hacia el niño, ignorando por completo al resto en el lugar. El rubio trataba de asestarle otro golpe con sus nunchakus, resultando un fracaso absoluto. Zoldyck los apartó con fuerza casi suficiente para partirlos, retirándose en el momento justo para evitarlo.
-Killua...- gruñó Kurapika.
Un puñetazo le derrumbó, el pequeño redirigió su atención al objetivo frente sí. Este le miraba incrédulo, ceño fruncido y ojos como platos, mano en el aire aún ensangrentada.

Leorio fue el responsable de interrumpir el contacto visual, tratando de golpearle en la cabeza con su maletín. Resultó suficiente para que el joven se distrayese para robárselo y tirarlo hacia atrás, lugar donde el Kurta intentaba ponerse en pie, volviendo a tropezar con el nuevo obstáculo golpeando su estómago.

-Una marioneta despiadada de la oscuridad, eso es todo lo que soy, fui y seré-, dijo, voz casi de ultratumba pero con el volumen suficiente para retumbar en la cabeza del pequeño Freecss. Su pesadilla se estaba volviendo realidad. -Un asesino cuyo único deseo es sentir la cálida sangre de sus víctimas en sus manos.

Illumi le escuchaba con orgullo, oía las palabras de la octava dulce voz en los Zoldyck. Él, él era el heredero. Estaba más que claro. Y todo ese poder y potencial que poseía aquel niño le pertenecía, ¡era suyo! ¡Él le enseñó todo! Su hermanito... su dulce hermanito... ¡Al fin le reconocía tras tantas idioteces! Su pequeña obra maestra, su marioneta preferida. Ese era Killua. Una marioneta despiadada de la oscuridad, el octavo heredero a la familia Zoldyck. Sentía la sangre de todos sus antepasados hablar a través de su hermano.

Era el asesino con más potencial en toda la historia del universo.

Gon volvía a estar en pie, la adrenalina recorriendo sus venas ayudándole a ignorar el dolor y la voz de Killua. Esquivaba los ataques de su amigo, desesperado por conseguir averiguar una manera de detenerle.

Pero nada funcionaba, gritaba, pedía ayuda, pero Kurapika y Leorio también caían rendidos ante los limpios y veloces golpes del joven.
-¡Killua, por favor! ¡Para!

En el suelo estaba, hacía mucho frío. Sus ojos marrones se desesperanzaban ante la imagen frívola de un asesino despiadado frente sí. Detestaba verlo así. No era el chico que conocía, podía ver en el fondo de sus ojos que ni siquiera él quería que eso sucediese, estaba atrapado, estaba sufriendo.

Contacto visual fue lo que pudo reconocer entre él y el Zoldyck justo antes de encontrarse frente a frente con la temblorosa mano pálida, su pulso fallando ante la inmensa fuerza que hacía por escapar el agarre de Kurapika y Leorio. Habían conseguido agarrarle.
-¡Un y...!
Lo arrodillaron, consiguiendo inmovilizarle. -¡Gon! ¡Ahora! ¡Túmbalo!- gritó el azabache desesperado.

La pesadilla de ZoldyckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora