Capítulo 8 - La voz que nunca pudo callar

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—Llegué—, dijo la voz infantil del joven albino—. "Vaya, no hay nadie en casa..."—, pensó.

Continuó su caminata, llegando justo a estar entre dos pilares de piedra solitarios cuando escuchó la voz de su hermano.

—Bienvenido—, dijo Illumi—. ¿Cómo fue el trabajo?

La voz sonaba tras sus pasos, Killua mantenía sus ojos cerrados tratando de quedar lo más calmado posible.

—Nada nuevo.

—Lo que significa que has despachado a tu objetivo.

No necesitaba un diploma para saber que Illumi lo había observado desde la lejanía en todo momento, su anterior frase es completamente una trampa para sus sentidos. Killua le hizo saber que tenía conocimiento de su guardia sobre sí en todo momento.

Quiso mirar tras suyo, ahí donde había estado su hermano hasta hace un sólo instante. No obstante, su voz sonó a su izquierda, frente sí, Killua miró con molestia al joven de largo cabello azabache.

—Madre te espera adentro.

—No quiero verla—, respondió rápidamente. Aunque su opinión pocas veces importó, Illumi se fue, sin aportar mayor parte a la actual conversación.

Killua quedó de nuevo entre los pilares de piedra mientras que una muchacha se encontraba tras sí. Él detectó su presencia perfectamente, era más que obvia.

Sus azuladas orbes se voltearon hacia la figura, quien era una niña de posiblemente mayor edad que el niño albino de seis años. Esta le dió una reverencia junto con una dulce sonrisa. Algo en su cerebro quiso enlazar aquel gesto con un individuo de su pasado, pero había algo punzante en su cerebro que le impedía recordar algo más allá de aquel furisode con flores.

Se encontraba sentado en el centro de aquella solitaria habitación. Odiaba admitirlo, pero prefería estar rodeado de su familia antes de permanecer a solas en aquel lugar; era oscuro y frío, le hacía sentirse desgraciado al tener como única presencia a sí mismo. Podía no haber tenido que convivir con mucha gente en toda su vida a parte de sus familiares, pero al final siempre había algo que le hacía florecer alguna clase de emoción ante todo aquel que le rodeaba.

Su madre le provocaba irritación, su padre admiración, Illumi temor...

Pero cuando se trataba de sí mismo, se sentía vacío.

Quizás se trataba de lo jodidamente deprimido que estaba, pero desde luego que se sentía inexpresivo ante sí mismo. No era ni siquiera capaz de descifrar si sentía odio o aprecio por su propia persona, pero desde luego que no le gustaba aquella sensación.

Salió de sus recuerdos y pensamientos cuando la puerta frente sí fue abierta. Luz irradió rápidamente contra su figura haciendo que quedase ciego en un par de microsegundos, antes de que sus orbes azuladas se adaptasen lo suficiente como para reconocer la figura de un mayordomo en el rellano de la ahora abierta puerta.

—Venía a entregarle una carta.

Killua miró al hombre frente sí con cierta sorpresa y curiosidad. Nunca había recibido algo así, mucho menos de esta manera. Lo más cercano a hablar por mensajes que tuvo alguna vez sería cuando se comunicaba con Milluki para algo que necesitara para algún trabajo. Pero ahora le estaban entregando directamente un papel doblado y firmado, sin envolverse en un sobre como se entregaría profesionalmente, casi parecería que un niño de cinco años le estuviese tratando de enviar un dibujo mal hecho.

La pesadilla de ZoldyckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora