Hace muchos años, en la época medieval; el príncipe Katsuki se enamoró de un príncipe llamado Izuku, pero cuando su padre se enteró de ese amor lo encerró en una castillo encantado; cualquiera que se atreviera a entrar, jamás salía.
La bruja Himiko los quiso "ayudar", le dio una medalla para "protección" al príncipe rubio. En cuanto entró al castillo no le pasó nada, pensó que el objeto realmente estaba protegido.
Cuando estuvo apunto de llegar al cuarto más alto del castillo, el padre de su amado príncipe apareció y a su lado aquella bruja rubia con una sonrisa burlona.
Se dió cuenta que solo había sido engañado, por un instante creyó en las "buenas intenciones" de la bruja, pero solo fue un plan para atraparlo.
El padre del pecoso lo maldijo convirtiéndolo en piedra, la única manera para romper el hechizo era con el beso del amor verdadero.
Para él, ese amor no existía. Por eso lo hechizó así, para que nunca regresa a la normalidad y pasara toda la eternidad convertido en una simple estatua fría y solitaria.
El príncipe Izuku quedó muy deprimido que provocó su propia muerte. Todos en el reino estaban tristes y conmovidos por el cruel final de ambos chicos.
Se empezó a divulgar aquella historia, aunque, cambiaron el género de Izuku, al ser un chico todos lo veían mal por lo que decidieron contar que fue una historia de amor entre un chico y una chica.
Tal vez en ese momento no pudieron vivir su amor, pero quien diría que después de miles de años, aquel chico pecoso reencarnaría y crecería con esa historia.
Era tan famosa que las madres lo amaban y les contaban a sus hijos.
En cuanto Izuku escuchó esa historia algo dentro de él lo atraía, desde que su madre lo llevó a ver la estatua, sentía como si este lo llamara.
Al paso de los años, su amor hacia esa historia y esa estatua, aumentó . Un día que estaba ebrio, no dudo en ir al museo para ir a visitar a la estatua que le llamaba la atención de una manera romántica.
Si, tal vez era raro, pero era un sentimiento que solo el comprendía.
Bajo el efecto del alcohol, se subió a la estatua para alcanzar sus labios y dejar un beso. Después de hacer aquello se reía de si mismo por caer tan bajo, nunca había llegado a hacer alguna locura como esa.
De pronto sintió como la estatua lo tomó de la cintura, pensó que por estar ebrio imaginaba cosas.
—¡Izuku! —escuchó que la estatua habló. Elevó su mirada y se encontró con un chico rubio, de físico realmente atractivo, y su ropa era algo rara para él.
Parpadeo unos segundos tratando de entender si aquello era por el efecto del alcohol o estaría soñando. Pero no, el cuerpo del contrario se sentía caliente, y esos ojos carmesís lo miraban profundamente.
—Al fin, desperté amor mío.
Después de esto, Izuku no sabe como pasó, pero se encontraba recién casado con aquel príncipe.
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