Un hombre lobo se encontraba delante de una tumba, las lágrimas recorrían sus mejillas mientras permanecía quieto.
Jamás en su vida se había sentido solo, extrañaba al chico que estaba enterrado. Pues ya que ambos crecieron juntos, pero por razones del destino fueron separados.
Izuku Midoriya, un chico de hebras verdes, ojos esmeralda con pecas en sus mejillas; falleció debido a que tuvo un accidente.
Ese día Katsuki Bakugou se desplomó, no aceptaba el hecho de que su amigo del quien estaba enamorado se había marchado de ese mundo.
Pero un día, todo cambio.
Se dirigía hacia la tumba donde estaba enterrado Izuku, pero al llegar notó a un ser que estaba sentado en ella y gruñó.
Aquel ser olía a su Izuku, pero presentía que no lo era hasta que se dio la vuelta. Sin duda, pensaba que estaba soñando, pues su rostro era similar.
—¡Kacchan!—se elevó y se acercó a él.
—¿I-Izuku?—pregunto nervioso.
—Sí Kacchan, soy yo—sonrió ampliamente.
—No estoy soñando,¿ verdad?—sus ojos empezaban a cristalizarse y sentía un nudo en la garganta. Aún no creía que lo estuviera presenciando. Fue tanto que lo extraño que creía imposible verlo de nuevo.
—No lo es, estoy delante de ti—se miró a sí mismo—tal vez me vea diferente, pero sigo siendo yo.
Katsuki empezó a llorar de felicidad, por lo que el fantasma se acercó a él para abrazarlo y consolarlo.
—Tranquilo Kacchan—le daba pequeñas palmadas.
—Y-yo.... te extrañaba tanto, eres un idiota... —sollozo—¿Cómo se te ocurre morir y dejarme solo?
—No fue mi culpa, fue un accidente...
—Por favor no me vuelvas a dejar...
El fantasma lo tomó de la mano para sonreírle, esa sonrisa hizo que el corazón del contrario saltara de felicidad, habían sido tantos días sin poder verlo y finalmente lo tenía enfrente.
Los días continuaron y ambos se le pasaban juntos, Katsuki no se le quería despegar, temía a perderlo de nuevo. Era algo que no soportaría, no se imaginaba estar en un mundo donde no estuviera su pecoso.
Un día mientras estaban en un río, los amigos de Katsuki pasaban por ahí, al verlo se acercaron para saludarlo, pues sabían acerca de la pérdida que había vivido.
—¡Hey Bakubro!—saludo un pelirrojo.
El hombro lobo al escucharlo se giró, frunció el ceño al verlos, eran sus amigos pero a veces no los toleraba.
—Te ves más animado—comentó cierto rubio—nos alegra verte así.
—Tsk—chasqueó la lengua—¿qué hacen aquí?
—Pasábamos por aquí y te vimos. Nos preocupas bro, te alejaste de todos.
El hombre lobo miró a Izuku quien sonreía y empezó a notar que sus amigos no le dirigían la vista, ¿acaso no lo veían?
—No estoy solo. Izuku está conmigo—dijo mirando hacia el río.
Los presentes se miraron entre sí y el pelirrojo suspiró—Sí, Izuku siempre estará en tu corazón. Pero, no puedes alejarte de todos.
—¿Qué carajos? Izuku está aquí, los está viendo y ustedes maleducados no lo saludan—empezaba a irritarse.
—¿Izuku?—preguntó incrédulo el rubio—estas loco, Izuku no—fue interrumpido. Antes de que pudiera continuar el pelirrojo le tapó la boca con su mano.