Un rubio molesto se encontraba caminado hacia su preparatoria, su cumpleaños era el día siguiente y sus auto proclamados amigos estaban tan insistentes en saber que quería de regalo.
Él ya les había mencionado que nada, ya que odiaba su cumpleaños, pero eran unos tercos y no lo dejaban en paz. Eso lo molestaba mucho; cada día en el salón le preguntaban que es lo que quería.
Llegó a la escuela y en la entrada se topó con 2 de ellos, uno pelirrojo y otro rubio con un mechón negro o como él los llamaba; pelo de incendio y pikachu.
—Vamos Bakubro, ¿qué es lo que quieres?—dijo mientras se acercaba y se colocaba a su lado izquierdo.
—¿Ya me vienen a joder tan temprano?—chasqueó la lengua.
—Sí al menos nos dijeras que es lo quieres no estuviéramos tan insistentes—dijo uniéndose a la conversación el otro rubio.
—Cada año es lo mismo carajo, ¡YA LES DIJE QUE NO QUIERO NADA!—elevo su voz.
—¡Ey!—se quejó el pelirrojo—no le hables así a mi chiquito—dijo para colocarse junto al rubio y abrazarlo, este solo se acurrucó.
—¿Ves como me grita Kiribebé?—hizo pucheros.
El rubio solo siguió caminado mientras dejaba a aquella pareja de tórtolos atrás. Ambos eran tan para cual, compartían la misma neurona según él.
Su día en la escuela pasó con normalidad, sus amigos siempre pegados a él; casi sentía que no podía respirar. Pero aunque no lo quería aceptar, le agradaban.
Por la tarde tenía pasantía y como ya era su último año, debería de dar lo mejor. Para su suerte, ese mismo par iban junto con él.
Prefería mil veces a la ojos de mapache y al chico codo, cinta. Ellos eran un poco más accesibles que ese par.
A los tres les dieron la tarea de patrullar; así que se encontraban por las calles vigilando que todo estuviera en orden. Bakugou iba al frente mientras que sus amigos venían detrás suyo como unos acaramelados.
Eso lo hacía molestar, hasta casi se le podía apreciar la vena que le sobresalía del rostro. Se detuvo para girarse a su dirección.
—¡DEJEN DE ESTAR HACIENDO TONTERÍAS Y PÓNGANSE A CUMPLIR SU OBLIGACIÓN!
—Cálmate Bakubro, la cuidad está tranquila.
—Nos calmamos, pero si nos dices que quieres de cumpleaños—dijo el rubio.
—POR UNA MIERDA, ¡NADA, NO QUIERO NADA! ¡NO QUIERO NADA MATERIAL! ¡NO QUIERO UN REGALO! ¡LO ÚNICO QUE QUIERO ES QUE...—se detuvo.
Sus amigos se encontraban asustados por el tono en que les habló.
—¿Es que?—preguntó el rubio con un poco de temor.
—Nada—se giró dándoles la espalda—olvídenlo—empezó a caminar dejándolos.
Sus amigos se miraron entre sí, sabían que si deseaba algo pero no les quería decir.
—Tenemos que hacer que lo diga—dijo susurrando el rubio.
—Pero, ¿cómo le haremos? Ves como se pone.
—Ese es el problema.
Una niña quien había escuchado todo, decidió seguir al rubio. Este seguía su patrullaje con normalidad hasta que su turno terminó.
