El tic tac del reloj no me dejaban concentrarme, miré hacia la pared en donde estaba pegado, ver que avanzaba cada segundo me hacia estresarme más.
Apoyé los codos en la mesa de la butaca y me jale algunos mechones.
Por más que leía una y otra vez las preguntas, mi cerebro no recordaba nada. Muy apenas y sabía mi nombre, era lo único que había contestado.
Estresado, dejé caer mi rostro al examen y me gire, una excelente o mal elección. Pues ahí estaba sentado el chico que me traía desconcertado, por él era que nunca me podía concentrar en las clases.
¿A quién se le ocurrió sentarlo a mi lado?
Maldición, aún recuerdo el día que llego. Se cambió a mitad de curso, entró con su semblante serio y de pocos amigos, pero, había algo que me llamaba la atención. El profesor lo presentó como Katsuki Bakugou, yo no me le quise acercar porque me daba pena.
Muchos de mis compañeros y compañeras se le acercaron, pero este les hablaba de mala gana, lo bueno que no fui yo, si no, ya me hubiera deprimido.
No se cuando fue que me le quedé viendo, simplemente un día ya no pude apartar la mirada. Lo observaba sin que se diera cuenta, además, él nunca miraba hacia mi dirección, al igual que yo, no tenía amigos.
Pero fue mi perdición, en vez de poner atención a la explicación de los profesores, me le quedaba viendo embobado, no podía apartar la mirada de su rostro tan angelical.
Mierda, era un ángel con actitud de demonio.
Me distraje por un segundo al ver el accesorio que tenia en mi lápiz, era una edición ilimitada de All Might, según era para la buena suerte en los exámenes, pero no me estaba ayudando en nada.
Continúe observandolo hasta que se giró y sus ojos carmesí me miraban fijamente, eran hermosos.
¿Acaso lo estaba imaginando o en verdad me estaba viendo?
No aparté la mirada ni un segundo, seguí en la misma posición hasta que el timbre me trajó a la realidad. Me reincorpore en mi asiento y miré mi examen en blanco.
Levanté la vista y mis compañeros se levantaban de sus lugares para pasar a entregar sus respectivos exámenes.
Sentí frustración y como pude empecé a llenar los insicos, era la tercera vez que respondía un examen de la misma manera.
De pronto, la figura de Katsuki pasó a mi lado, mi mirada se centro en su espalda tan ancha. Dios, ¿qué se sentirá dejar rasguños?
—¿Pero qué estás pensando, Izuku?—me regañé a mismo.
—Midoriya, Midoriya—escuché que alguien me llamaba, por lo cual la busqué la voz—Midoriya—repitió de nuevo y me percaté que era mi profesor—el examen—agitó aquella hoja.