Christopher

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12 horas antes

Empezar la mañana con mi preciosa Ana gimiendo de placer era sin duda mi manera favorita de hacerlo. Todo el esfuerzo y sacrificio que me habia costado traerla de vuelta había valido la pena.

Hasta el punto de tener que dar explicaciones de mi vida privada a un señor que no conocía de nada. Aunque no podía negar que Juan Ruiz me había parecido, contra todo pronostico, un tipo sincero que solo buscaba proteger a su hija.

¿Alguien podía culparle? Como no iba a querer proteger a semejante mujer a toda costa. Era perfecta en tantisimos sentidos y ni siquiera ella misma era consciente.

Al principio había sido un juego, un mero entretenimiento que un día apareció en mi salón con una botella de tequila, un pelo rojo como el fuego y un cuerpo despampanante.

De aquello había pasado muchisimo y Ana Ruiz se había convertido en alguien imprescindible para mi. A pesar de los tantisimos dolores de cabeza que era capaz de provocarme a diario.

Echarme de su despacho de aquella manera le iba a costar a la señorita Ruiz una pequeña reprimenda. No me gustaba su manera de tratarme como el que viene a llevarle el periodico y se va.

Queria ser tratado como lo que era, el hombre del que estaba enamorada. Y no porque me lo hubiera confesado si no porque lo sabía.
La manera de mirarme embobada y como su cuerpo se tensaba con mi roce era lo único que necesitaba para confirmalo.

Pocas cosas en la vida me hacian tan feliz.

Llego a mi despacho y me siento, intentando concentrarme en mi trabajo y no en como le quedaba de bien esa falda blanca. Cuando empiezo a ser productivo mi secrataria entra.

—Señor Drew tiene una visita —avisa con su habitual voz profesional.

Hago un gesto con la mano indicandole que la deje pasar y vuelve a desaparecer. La persona que entra en su lugar es la que menos espero del mundo.

—Buenos días Chris —saluda Marcus Klen como si siguiera siendo mi amigo de toda la vida.

Me levanto como un resorte y lo empujo contra la pared sujetando su cuello con mi brazo.

—Yo no filtre el video, sabes que te lo díria si fuera asi —murmura como puede con la voz ahogada.

Aflojo lo suficiente el agarre como para permitirle hablar. La filttracion era lo que menos me preocuapba.

—La amenazaste e intenta propasarte con ella —suelto cada palabra con una ira tremenda.

Marcus suelta una risa floja, demasiado prepotente para mi gusto lo que hace que vuelva a apretarle con fuerza.

—Si me haces aunque sea solo un rasguño te puedo jurar por lo que mas quieras que haré que me lo pagues —tose buscando algo mas de oxigeno.

Pienso unos segundos mas mis opciones y veo como empieza a ponerse rojo. Observo su sufrimiento y lejos de ablandarme me reconforta. Solo imaginarlo tocando a Ana saca lo peor de mi.

Su expresión se tiñe de un miedo atroz y sonrío divertido. Era gracioso como un hombre tan poderoso se volvía nada con una pequeña llave bien ejecutada.

Acabo por soltarlo y su liberación le pilla tanto por sorpresa que cae de bruces contra el suelo. Tose un par de veces mas y empieza a recuperar su color rosado.

—Sadico hijo de puta —se aclara la garganta ajustandose de nuevo el traje.

—Te doy medio segundo para que desaparezcas de mi vista. Y suerte que me has pillado de buen humor.

La risa burlona de Marcus me inquieta de inmediato. Me miraba como si de repente fuera él quien estuviera apretandome el cuello.

—Te haces el tipo duro y de hierro al que nada puede hacerle daño pero eso solo es una fachada —empieza a dar vueltas por el despacho y me mira como si estuviera a punto de dar su jaque mate — Era tan fácil como encontrar tu punto debil para conseguir doblegarte.

TUYA (MIA II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora