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Jamas en mi vida había sentido tanto miedo como durante el trayecto de la cabaña al hospital.

La poca información que me había podido dar Sofía era que a mi padre lo habían atropellado yendo al trabajo, que se habían dado a la fuga y que lo había trasladado la ambulancia al Hospital mas cercano. Nada mas.

Y eso era un autentico infierno.

Christopher agarra mi mano mientras sigue conduciendo a toda velocidad, intentando trasmitirme toda la calma posible.

Era inutil. Estaba anestesiada, dopada y no me funcionaba ningún sentido.

Mi padre. Mi maravilloso padre era lo único que tenía. Despúes de perder a mi madre no me recuperaría de aquello.

Lo necesitaba a mi lado, no podría vivir en un mundo si n él, era imposible.

No puedo seguir aguantando las lagrimas que brotan de mis ojos con fuerza y rabia.
¿Quien era tan miserable de atropellar a alguien y dejarlo ahi, a su merced?

—Ana, tranquila, todavía no sabemos su estado —aprieta con mas fuerza mi mano.

—Conduce, porfavor, solo necesito llegar cuanto antes —me seco las lagrimas como puedo.

Cabeza fría. Era cierto, todavía era demasiado pronto para ponerse en lo peor.

Sigo mandando mensajes a Sofía en busca de algo mas de información pero no logra que le digan nada al no ser un familiar.

Vuelvo a mirar las diez llamadas perdidas que tenía en el móvil. Dos de Sofía, cinco de un numero desconocido y dos de uno larguisimo que probablemnte sería el hospital, el cual no aceoptaba llamada de vuelta.

Maldigo en todos los idiomas los estupidos protocolos y meto con rabia el móvil de nuevo en la mochila.

En medio hora mas estamos en la puerta del enorme complejo hospitalario y directamente siento como si mi corazón fuese a salirse de mi pecho. Me tiembla todo el cuerpo y me clavo delante del coche, incapaz de mover los pies.

La última vez que entre ahí fue para despedirme de mi madre para siempre.

Christopher entralaza su mano con la mia y me obliga a mirarlo, haciendome reaccionar y entender lo que estaba en juego.

—Vamos —practicamente me ordena.

Me dejo llevar por la inercia y entro sin soltar su mano. Mis sentidos estan entumecidos y lo siguen estando hasta que llegamos a recepción.

—Queremos saber noticias de Juan Ruiz —se adelanta Christopher.

—¿Quienes son? —la rubia nos escudriña con la mirada sin disimulo.

—Su hija —confirmo con un hilo de voz y me aclaro la garganta —Ana Ruiz.

—Muy bien —por fin empieza a teclear con sus delgadas manos y muy poca prisa — Llego en ambulancia con graves heridas, esta en quirofano. Planta 8 sala C. Esperen alli a que el cirujano les de noticias.

—¿Quirofano? ¿Por qué? ¿Que tenía? —las preguntas empiezan a salir descontroladas de mi boca — ¿Como de grave es?

—¿Soy cirujana? No, pues esperen en la sala —me corta de muy malas maneras.

—¿Es usted imbecil o que le pasa? —bramo furiosa.

Chistopher sujeta mi muñeca y me saca de allí en medio de insultos cruzados.

—Ana, dejalo estar, no vale la pena —intenta tranquilizarme pero la ira ya hace rato que ha estallado en mi interior.

—¡No! ¡No puedo! ¡No lo entiendo! —descargo mi rabia con él —Es un buen hombre, generoso, cariñoso y no merece algo así.

TUYA (MIA II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora