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Me levanto el domingo un poco mas tarde lo habitual y contengo mis ganas de mandarle un mensaje de buenos días al señor Drew comentandole los preciosos sueños que había tenido esa noche gracias al recuerdo de nuestro torrido encuentro.

Quería y necesitaba a Christopher, siempre había sido asi y por mucho que intentara huir la cosa no iba a cambiar. Si tenía que destrozarme por aquello lo haría, pero disfrutaría de cada segundo a su lado. 

Estaba dispuesta a ignorar sus cambios de humor, su manera de acercarse para luego alejarse y sus indescifrables confesiones. Me iba a permitir disfrutar de una vez por todas sin pensar en nada más. Sin exigirle compromiso ni un te quiero. Ya no lo necesitaba. 

Salgo de la habitación y mi padre ya está preparando el desayuno, me acerco para darle un beso en la mejilla.

—Buenos días dormilona —me devuelve el saludo con una caricia en el pelo —. ¿Una noche movida?

—Bueno señor Ruiz, como no me cuenta sus cosas yo tampoco voy a contarle las mías —me burlo con una sonrisa traviesa.

—Pareces muy feliz hija —sigue indagando.

—Soy una tumba.

Se ríe irónico y no acabo de entender el porqué.

—Claro, faltaría mas. Eso sí, la próxima vez que tenga que lavar ropa tan cara avisame y compro un jabón de mayor calidad.

Me quedo paralizada y su mirada maliciosa no consigue relajarme. 

Su chaqueta. 

Habria entrado en mi habitación mientras dormía para buscar la ropa para lavar, como siempre. 

Menudo despiste mas tonto. 

—Es mio papa, es la nueva moda, el oversize ¿No lo sabías? —mi mentira es patética pero no se me ocurre nada mejor en tan poco tiempo.

—Claro, lo que tu digas —pasa la mantequilla por la tostada sin quitarme un ojo de encima. 

—¿Quieres decirme algo?

—No, en absoluto. 

—Genial, voy a ducharme antes de desayunar si no te importa. 

Sin duda, huir de ese momento vergonzoso era la mejor de las opciones.

—Muy bien, te dejaré todo listo y me iré al trabajo —me informa y me dirijo de nuevo a mi cuarto — Por cierto Ana, dile al señor Drew que tiene un gusto exquisito para la ropa. 

No me giro. No puedo. Mi tonta sonrisa me delataría demasiado asi que opto por fingir que no he oído nada y cierro la puerta dejándome caer en la cama.

¿Desde cuando me había vuelto tan predecible? ¿Y desde cuando mi padre era tan perspicaz? 

Me encuentro disfrutando sin querer de que mi querido progenitor fuera partidario del team Christopher. Jamás lo habría imaginado. 

Opto por el sosiego lo que queda de día. Me ducho y desayuno agradeciendo esa soledad y me visto para ir a correr un rato. Necesitaba drenar mi cabeza de tantas emociones y sensaciones del dia anterior. 

Corro unos dos kilometros hasta volver a mi casa exhausta pero renovada. Tardo en reparar en la presencia de Jack en la puerta, con los brazos cruzados apoyado en la pared. 

Toda mi calma desaparece. Al final no sería un dia tan tranquilo. 

—Hola —le saludo acelerada por el esfuerzo físico y un poco por su presencia — ¿Pasa algo?

Se mira los pies y mete las manos en los bolsillos.

—No sé Ana, tú dirás.

Siento culpa por su gesto apagado y me juro a mi misma que esa sería la última vez que haría a alguien pasar por aquello.

TUYA (MIA II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora