𝟒.

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Lo subo antes q sino se me olvida

——

Desde ese momento, Sanzu y Eiko empezaron a almorzar juntos en la cafetería y a veces daban paseos por el hospital.

No tenían los mismos gustos en casi nada, pero se hacían compañía y eso era suficiente para ambos.

Ahora se encontraban fuera del hospital, en un banco sentados.

Eiko tenía dos mantas, la de su habitación y la de Sanzu, ya que este se la prestó para que estuviera bien.

A penas era octubre, así que tampoco hacía demasiado frío. Pero por sus cambios de temperatura necesitaba las mantas.

Sanzu iba solo con el conjunto que le dieron en el hospital. Un pantalón de tela extraña blanca con detalles celestes y la camiseta lo mismo.

Ambos disfrutaban del viento, que después de tanto tiempo chocaba contra ellos.

Eiko ya necesitaba salir de aquella cárcel, estuvo vomitando lo que llevaban de día.

Y si, lo mejor en esos casos no sería salir a la calle. Pero Sanzu tampoco podía hacer otra cosa para intentar ayudarla o animarla.

— ¿Cuantos días te quedan aquí?— Preguntó la rubia.

— Pues una semana máximo.— Respondió.— ¿A ti?— preguntó el ahora.

— ...— Ella miraba al cielo.— La verdad es que no lo sé.

Sanzu le contó todo a Eiko en una noche que le dio un bajón emocional.

Su familia, preocupaciones e incluso la razón de por qué fue allí. Así que podríamos decir que ahora Eiko sabía todo lo que le pasaba a Sanzu.

Y esa era una de las razones de por qué no le contó sobre lo que ella tenía. No quería que se alejara de ella, y tampoco le quería hacer más daño.

De ninguna manera.

— Cuando salgamos de aquí pienso llevarte a cenar.

Eiko sonrió, sabiendo que no iba a salir.

"Perdón por mentirte Sanzu..."

— Claro, me parece bien.— Le respondió de forma alegre.

Sanzu notó como la chica todavía temblaba así que se acercó más a ella y pasó su brazo izquierdo por sus hombros, haciendo que ella apoyara su cabeza en el hombro del pelirosa.

— Nunca te pregunté Ei, pero, ¿Tú qué tienes?— Preguntó Sanzu por curiosear.

— No quiero hablar de eso Sanzu...— Le dijo ella.

— Está bien, no te preocupes.— El lo entendía, por qué en el fondo el tampoco le contó lo que es TODO sobre su vida. No le contó cómo le hicieron esas cicatrices o en lo que trabajaba realmente.

— Vamos a dentro, por favor.— Pidió ella.

Sanzu le ayudó a levantarse, por la poca fuerza que tenía en su pierna y después puso su mano en la cintura de la china, así podría ayudarla a andar mejor.

— ¿Has pensado en pedir una silla de ruedas?— Preguntaba el pelirosa.

— Es que dudo poder moverla con los brazos.— Ella rio intentando restarle importancia.

Amor de hospital || Sanzu HaruchiyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora