Capítulo 6

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Evan rugió.

Era la única palabra que describía el sonido retumbante y atronador que brotó de sus labios.

La esencia salada de él explotó en mis papilas gustativas. El calor y la sedosidad de su punta se posaron pesadamente en mi lengua mientras bajé la
cabeza e hice todo lo posible para tomarlo lo más profundo que pude.

Evan tropezó, sus manos aterrizando de nuevo en mi cabello, aferrándose a mí para mantener el equilibrio. Sus caderas se sacudieron hacia adelante,
introduciendo su longitud por mi garganta, provocándome arcadas.

—Con calma —advirtió Hunter desde la cama—. Ambos sabemos que nuestra pequeña bruja está dispuesta a divertirse, pero no la estrangulemos en los primeros segundos, ¿de acuerdo?

Evan murmuró una maldición mientras sus dedos se flexionaban sobre mi cuero cabelludo, reclamándome de muchas maneras. Su estómago se contrajo contra mi frente, convirtiéndose en mármol a medida que tensaba cada músculo de su cuerpo.

—Maldición, Ella. Dios, sí.

Arrastré mi lengua por la vena sensible a lo largo de su eje.

Esta vez no solo se estremeció, sino que se inclinó sobre mí, su cuerpo doblándose por la mitad para protegerse del ataque de mi boca.

—Maldición —murmuró, medio gruñendo, medio llorando—. Mierda.

Hunter se rió en la cama.

Evan se aferró a mi cabello mientras le hacía la mamada más profunda y sucia de mi vida. Quería romper su mente. Fracturar su psique. Destrozar su alma.

Desenvainando mis dientes, los arrastré por su longitud, jugando con esa línea de seducción y ferocidad.

—Mieeeerda —Jadeó Evan. —Tu boca. Maldición. Se siente. Tan bien. Mejor. De lo que podría haber imaginado.

—¿Escuchaste eso, pequeña bruja? —Hunter se rió—. No puede decir frases completas. Unos segundos de chuparlo y lo has destrozado.

—Cierra la maldita boca —gruñó Evan—. Estoy bien. Estoy... Jesucristo.

Lo tragué profundamente, usando los músculos de mi garganta para acariciar su punta. Las lágrimas brotaban de mis ojos mientras luchaba contra las
arcadas. El sudor corría por mi espalda. Mis rodillas dolían y todo instinto femenino me ordenaba levantarme y dejar de ser sumisa, pero... esos instintos estaban equivocados. Provenían de existir en una sociedad patriarcal. De una sociedad tan
reprimida y mojigata que hacía que todo lo natural y sexual fuera tabú. Una sociedad tan llena de reglas y desprecio que había difuminado las líneas de quiénes éramos y lo que podíamos llegar a ser.

No tenía control sobre mi transformación mientras permanecía arrodillada a los pies de un hombre que me había tratado como basura durante ocho meses.

Despreciaba sus acciones.

Pero... también lo entendía.

Lo sentía.

Sentía el anhelo entre nosotros.

El vínculo, el lazo, la conexión innegable que advertía que esto no era una simple mamada en una noche de diversión.

Esto era más.

Y más podía hacernos daño.

La saliva goteaba por su longitud mientras reunía la humedad y enrollaba mi mano alrededor de su miembro.

—Maldición. Maldición. No puedo... detente. —Evan intentó apartarse.

No se lo permití.

Tenerlo en mi boca desató las compuertas de mi poder. Poder que siempre había ocultado. Poder surgido de mi sexualidad. Una sexualidad que siempre había negado porque la sociedad me decía que estaba mal desear, que estaba mal experimentar, que estaba mal ser valiente y sincera con lo que anhelaba.

Secrets  «  [Evan Peters]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora