Capítulo 9

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Un coche negro salió de la noche en el momento en que Evan y yo salimos de la valla de la carpa. Me estremecí y fui a apartarme de su camino, pero la ventanilla bajó, y una chica con un enorme halo de rizos color ébano sonrió.

—El señor Dixon pidió que os llevara a casa. Sus palabras fueron, entre comillas, 'Por favor, lleva a mis amigos de regreso a su casa ya que han tenido una noche extenuante y no están en condiciones de caminar'.

—¿Cómo sabe que vinimos caminando? —Preguntó Evan, arrugando la nariz con sospecha.

De la misma manera que sabía lo que sentíamos el uno por el otro sin preguntar... Magia.

Le lancé una mirada, haciendo lo mejor que pude para no sentir dolor en el corazón, pero incapaz de detenerlo. Con cada segundo que pasaba, se alejaba aún más. No había dicho una palabra mientras pasábamos por las salas donde muchos otros asistentes al circo todavía se entregaban a juegos pecaminosos. Se alejaba cada vez que me acercaba y se negaba a hacer contacto visual conmigo.

Todo su lenguaje corporal palpitaba con... arrepentimiento.

¿Se arrepiente de lo que hemos hecho?
¿Se arrepiente de la alegría de ser libre? ¿De permitirnos algo que dudaba que volviéramos a hacer?

Las lágrimas dolieron, pero las tragué y sonreí a la conductora. —Que nos llevaras sería genial, muchas gracias. —Sin mirar a Evan, abrí la puerta trasera y entre en el frío asiento de cuero. Evan esperó a que yo pasara al otro lado antes de deslizarse dentro y
cerrar la puerta.

—¿Cuál es vuestra dirección? —La chica se giró en el asiento del conductor, sosteniendo su teléfono con la aplicación de mapas abierta.

—El cuarenta y cuatro de Tagon Crescent, murmuró Evan, mirando por la ventana.

La tensión entre nosotros ya nublaba el pequeño espacio.

—Excelente. —Al ingresar nuestra ubicación y colocar su teléfono en el soporte imantado, la chica aceleró el coche a una velocidad cómoda y nos alejó de Hunter y sus secretos.

La gran carpa violeta y plateada desapareció en la noche, reemplazada por calles familiares que parpadeaban bajo luces brillantes. Casas acogedoras se alineaban en las aceras, juzgándonos mientras el coche giraba hacia nuestro callejón sin salida y
desaceleraba fuera de nuestro modesto alquiler.

Lo estudié como un extraño.

Noté la maleza alrededor de los escalones. Las espinacas marchitas que había plantado el mes pasado y el cerezo que necesitaba desesperadamente una poda. Había dejado encendida la luz de mi habitación en mi prisa por perseguir la euforia, y mi cama solitaria con sus cojines color crema y encaje parecía lamentablemente poco atractivos.

Había tenido la suerte de saber lo que se sentía ser deseada tanto por dos hombres que mi cuerpo conservaba restos de su deseo incluso ahora. La parte interna de mis muslos estaba asquerosamente pegajosa por el placer. Mis labios dolían por sus besos. Mi espalda ardía por los latigazos de Evan.

Pero ahora... ahora todo lo que sentía era rechazo, abandono y... desechada.

Pensé que él sentía lo que yo sentía...

—Gracias de nuevo por traernos. —Le di una sonrisa llorosa—. Por favor, dile al señor Dixon que se lo agradecemos.

—Lo haré. —Sonrió—. Que tengas un buen descanso de tu noche. No es que pueda seguir llamándose noche por mucho más tiempo. —Señalando los dígitos brillantes del reloj del salpicadero, se rió—. Las cuatro y treinta y siete. Pasada la hora de las brujas y listo para el amanecer.

Secrets  «  [Evan Peters]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora