♩ Now playing
Billy Idol - Eyes Without A Face ♩Eran ya las cinco y media de la tarde. La hora dorada estaba entregando ese tono tan majestuoso y nostálgico por sobre los vidrios del segundo piso del restaurant, y para mi sorpresa, después de escanear y ver el menú, opté por beberme una cerveza. Nada de café o papas fritas. Un schop helado, amargo, informal, de esos que relajan el alma.
Llegué un poco más temprano a la cita para evitar el tráfico. O por mero capricho. La verdad es que no me motivaba estar aquí. El humor se me nublaba como cuando el vidrio de una ventana se llena de polvo o de arena suspendida en el aire costero. Una mixtura que desenfocaba la vista hacia afuera, pero que funcionaba como el mejor filtro para una selfie en el ocaso.
De fondo sonaba "Eyes Without A Face", ya llevaba más de la mitad de la cerveza en el cuerpo y mi cara se volvía más naranja. Me gustaba el tono melancólico del tema. Me ayudaba a pensar en cierta chica. Había pasado un mes y, con todas las fotos, videos y mensajes borrados, poco a poco la iba sacando de mi mente. Como dice el puto dicho: "Ojos que no ven, corazón que no siente". Y salvo por muy pocos detalles, había recuperado mi compostura y me daba lo mismo todo. Todo, inclusive el ser tan correcto con mis compromisos. Así que quise repetir otro schop, a la espera del arribo de mi acompañante.
Apenas sorbetié mi segundo vaso con cerveza, llegó. Con una camisa que apenas aguantaba su masa corporal y unos enormes lentes de sol, puso una pila de papeles por sobre la pringosa mesa y comenzó su letanía: "Mira, para postular a la cuenta corriente digital, después de los tres meses de gratuidad, necesitarás una carpeta tributaria actualizada con el detalle de las remuneraciones de los últimos doce meses. Así, revisaremos tus saldos y movimientos de esos meses para ir aplicando esas tarifas...". Esta cita era una mierda, pensé. Sólo quería averiguar cómo iniciar una Pyme. Sin embargo, jamás creí posible que el ejecutivo, en la desesperación de un previo llamado telefónico, iría al restaurant más típicamente criollo de la ciudad para que yo firmara aquel pacto con el diablo verde. "Esta cuenta es con cupo ilimitado. Puedes recibir todos los depósitos, sin límite diario. Aunque sí hay un límite de transferencia diaria de 99 millones...". ¿Dónde chucha tenía que apretar mute para que se acabara esto?
Tercer schop. Después de la cháchara bancaria de media hora, por fin me entregó lo necesario para firmar y ya caer en la telaraña de esta sanguinaria institución. Con tinta negra, el rechonchito ejecutivo me dió la bienvenida, apretándome la mano derecha y levantando su brazo izquierdo para llamar a la mesera. "Quiero un pitcher de Cristal y papas fritas, por favor. Gracias". Cita de mierda, volví a pensar.
Disocié el resto de la velada. Ya ni siquiera bebí más. Lo único que me hizo aterrizar fue que nuevamente escuché "Eyes Without A Face", mientras mi acompañante hablaba de que quería escribir poesía para que le fuese bien con las mujeres. "Para eso tienes que escuchar música de los ochentas", mencioné a modo de mostrarme interesado, sabiendo que, en cosa de días, el sujeto olvidaría mi rostro y pasaría a ser un número más en su banco vampiro.
¿Un rostro sin ojos u ojos sin cara? Ya en la húmeda oscuridad de la noche, con alcohol corriendo por las venas, era difícil distinguir al aliado del enemigo. "Tranquilo, amigo. Yo pago todo con mi tarjeta", sentenció la cita a modo de agradecimiento por haberle escuchado. Supongo que estuvo bien el gesto. Supongo, también, que algunos ven caras, otros ven ojos. Y pocos ven corazones.
¿O no era así el puto dicho?
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El Arte De Procafeinar
RandomCrónicas de la vida diaria, con música y una taza de café para comenzar el día. Juan Esteban Mayor