♩ Now playing
Placebo - Taste In Men ♩Desperté con una canción en la mente: "Taste In Men" de Placebo. Seguramente porque mencioné lo de las fiestas góticas y todo ese mundillo underground que aún permanece en la memoria. Y para el deleite de los lectores y lectoras: ¿Cuál fue la mejor (O la peor, dependiendo del punto de vista) de ellas? Tengo una en mente. Permítanme relatarles.
Fue un fin de semana largo. Con mi familia fuimos de visita donde unos tíos en Quilpué. A media hora de Valparaíso, lugar donde había escuchado de un pub llamado La Secta, que era el equivalente a la Blondie, que se pasaba muy bien, etc. Yo, con tiernos-pero-peligrosos diecisiete años, aproveché aquella instancia y me fui para allá. "Voy y vuelvo", alcancé a decirle a mi familia, quienes todavía no sospechaban de mis salidas nocturnas. Menos a un lugar como el puerto, donde se sabía que todo podía suceder. Dulce tentación para un adolescente que quería explorar todas las posibilidades de diversión un sábado por la noche.
La primera sorpresa ocurrió nada más al pisar el umbral del local. "Lo siento, tienes que ser mayor de dieciocho años para pasar". El mundo se me vino encima. Con el bochinche de las maquinarias industriales adelante mío, me petrifiqué al punto de quedar estorbando en la fila. Detrás mío, dos muchachas cacharon la situación y sobornaron al de la puerta para que me dejara entrar (Nunca supe qué fue lo que le entregaron, presumiblemente era un billete). Por consiguiente, una de ellas me tomó la mano y, juntos, bajamos las escaleras para ingresar a la pista danzante de las almas condenadas. Estaba dentro de La Secta.
Se presentaron como Claudia y Valeska, a la vez que íbamos a la barra y pedíamos tres piscolas. Me acuerdo que dijeron que vivían en el Cerro Barón y que se conocieron en un trabajo que no recuerdo cuál. De a poco, los efectos del alcohol se apropiaron de nosotros, quienes empezamos a movernos tímidamente para luego pararnos y bailar al ritmo del brit pop noventero en una habitación contigua a la pista central: el Ritual Room.
En un momento me había quedado danzando con Valeska. Claudia había salido del Ritual Room, casi como preparando lo que ocurriría a continuación. Allí mismo, con Placebo de fondo, acercó sus labios con unos movimientos leves de cabeza. Incliné mi cuello hacia adelante y, certera como Apolo, inició el combate lingual. "Taste In Men" jamás había sonado tan orgásmico. Recuerdo que estaba temeroso de que tuviera mal aliento, por tal siempre andaba con pelotitas de menta en la boca. Pero no le parecía tener complejidades de ese tipo. De hecho, me susurró al oído: "Dame tu lengua". Y al descubrir donde estaba, tocó una de las bolitas blancas. "¿Y no me vas a dar, Feña?". Por supuesto que le pasé una. De boca en boca.
Estuvimos más tiempo en el Ritual Room del que tenía presupuestado. Claudia se había esfumado por completo y Valeska me invitó a beber unas cervezas fuera de La Secta. Al tiempo que acepté, pedí que nos marcaran, por si fuéramos a regresar al local. No obstante, eso ya ni me interesaba. Quería sólo estar con Valeska, la dueña de la noche.
Ni recuerdo el nombre del antro porteño al que fuimos. Sólo rememoro que pedimos dos botellas de cerveza y bajamos a un subterráneo donde un punketa ultracocido me pidió algo para recomponer el espíritu. Al final, fue la misma Valeska que le dió un poco al anárquico amigo antes de que nos sentáramos por allí a platicar un poco, sin el ruido constante de Rammstein o de Nine Inch Nails en nuestros tímpanos.
Al tiempo de que las botellas se vaciaban, la memoria se volvía más difícil de retener. Cada cierto tiempo, Valeska revisaba su celular, esperando un SMS que no llegaba, por más que su ansiedad quería que sucediese rápidamente. En ese momento, me percaté de un detalle en uno de sus dedos. "¿Estas casada?", pregunté sin pensarlo. A lo que respondió con un sí con sabor a timidez y culpabilidad.
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El Arte De Procafeinar
AcakCrónicas de la vida diaria, con música y una taza de café para comenzar el día. Juan Esteban Mayor