Narrador omnisciente
Todo era oscuridad. Solo sentía el roce suave de unas sábanas y la caricia de una mano que recorría lentamente mi cabello, deslizándose hasta mi colita de cordero. Mi respiración era lenta, mi pecho subía y bajaba en un ritmo regular, pero una inquietud latente me hacía querer despertar. Recordaba ser la princesa, la hija de Jesús, recogiendo flores en la frontera del cielo... y luego, todo se volvió negro. Como si alguien me hubiese arrancado de mi mundo en un solo golpe.
Poco a poco, mis ojos comenzaron a abrirse. La luz era tenue y me tomó unos instantes adaptarme. Sentí un peso en mis muñecas y tobillos; al mirar, vi cadenas que me sujetaban a la cama. Un escalofrío recorrió mi cuerpo mientras cerraba los ojos nuevamente, tratando de calmarme y entender qué estaba pasando.
—¿Dónde... dónde estoy? —murmuré, mi voz temblando de confusión y miedo.
Un susurro oscuro y familiar respondió, profundo y lleno de satisfacción.
—Ah, finalmente despiertas, mi pequeña corderita —la voz resonó, y al abrir los ojos, vi a un hombre sentado en una silla al lado de la cama. Era Lucifer Morningstar, el mismísimo Rey del Infierno. Me observaba con una expresión que era una mezcla de curiosidad y malicia, su sonrisa tan fría como calculadora.
Intenté moverme, pero las cadenas me lo impedían. Luché contra ellas, tirando de mis brazos y piernas, pero fue en vano. La frustración y el miedo comenzaron a acumularse en mi pecho.
—¿Por qué...? ¿Por qué estoy aquí? —logré preguntar, mi voz casi un susurro.
Lucifer rió suavemente, como si mi pregunta fuera una mera formalidad.
—Estás aquí porque yo así lo decidí, princesa. —Se inclinó un poco hacia mí, sus ojos brillando intensamente en la penumbra—. Vi a una hermosa corderita paseando por los bordes del cielo y no pude resistirme. Ahora eres mi... invitada especial.
—Devuélveme al cielo... Mi abuelo no permitirá esto. Él vendrá por mí. —Mi voz intentó sonar firme, aunque el temblor la delataba.
Lucifer soltó una carcajada, como si acabara de oír la broma más divertida.
—¿Tu abuelo? ¿Dios? Oh, querida, él tiene asuntos más importantes que atender. Y, además... —se acercó más, sus dedos rozando mi mejilla, haciendo que me estremeciera—. Ahora eres mía. Aquí abajo, en el Infierno, yo soy quien manda. Y tú... no eres más que una pequeña oveja en un reino de lobos.
—No soy tuya. No tienes derecho a hacerme esto —repliqué, aunque mi voz apenas mantenía su compostura.
—Oh, ¿pero acaso tengo que pedirte permiso? —dijo Lucifer con una sonrisa burlona, dejando que su mano acariciara lentamente mi colita de cordero una vez más—. Aquí, en mis dominios, todo lo que deseo se convierte en mío. Y tú, pequeña corderita... eres exactamente lo que deseo en este momento.
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Una Sumisa para Lucifer Morningstar
FanfictionAlanís, conocida en el Cielo como el Espíritu Santo, es una divinidad celestial que, tras ser secuestrada por Lucifer Morningstar, se encuentra atrapada en el Infierno. Alanís intenta mantener su dignidad y esperanza mientras lidia con los intentos...