🍎Capítulo 12: Desafíos del Corazón🍎

22 1 0
                                    

Narrador omnisciente:

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Narrador omnisciente:

Al día siguiente, Lucifer despertó con una molestia punzante en la espalda y los brazos, un recuerdo de la pelea en la fiesta de Bee. Mientras trataba de incorporarse, Alanís, que estaba a su lado, lo observó con atención, notando las pequeñas muecas de dolor que él intentaba disimular.

— Mi señor... parece que tiene moretones en los brazos —dijo ella, enderezándose un poco en la cama—. ¿Se peleó anoche? Ayer venía tan borracho que ni siquiera lo noté.

Lucifer la miró con una expresión de ligera molestia y arrogancia.

— ¿Borracho? —replicó, frunciendo el ceño—. Yo no me pongo borracho... Pero esas fiestas de Bee... siempre me sacan de mis casillas. Esos demonios del Anillo de la Gula son insoportables —se quejó, llevándose una mano a la espalda y suspirando—. Aunque debo admitir que me duele más de lo que pensaba.

Alanís se acercó un poco más, su rostro mostrando una mezcla de preocupación y ternura mientras deslizaba suavemente sus dedos sobre uno de los moretones en su brazo.

— Debería cuidarse más, mi señor. Aunque tenga una resistencia fuera de lo común, su cuerpo también necesita descanso... y tal vez algo de hielo para esos golpes.

Lucifer soltó una ligera risa, aunque su tono era menos altivo de lo habitual, y su expresión se suavizó al mirarla.

— Quizá tengas razón, corderita... —murmuró, antes de recordar la conversación que habían tenido la noche anterior. Volvió a mirarla con una sonrisa casi juguetona—. Por cierto, respecto a lo que hablamos anoche, sobre ser más amable contigo... he decidido empezar con mi primer acto.

Alanís lo miró con curiosidad, sus ojos reflejando una mezcla de esperanza y sorpresa.

— ¿Qué quiere decir, mi señor? —preguntó, intentando no parecer demasiado ilusionada.

Lucifer asintió, manteniendo su mirada fija en ella.

— A partir de ahora, ya no te pondré esas cadenas —declaró, como si estuviera haciendo una concesión importante—. Decidí seguir el consejo de mi buen amigo Asmodeus, aunque prefiero no admitirlo.

Los ojos de Alanís se iluminaron y, sin dudarlo, lo abrazó con fuerza. No pudo evitar darle un beso en la mejilla, dejándose llevar por el alivio y la emoción.

— Gracias... mi señor. No sabe cuánto significa esto para mí —dijo, con una sonrisa sincera y cálida, algo que él pocas veces había visto en ella.

Lucifer, algo sorprendido por la intensidad del abrazo y el beso, se permitió una breve sonrisa, disfrutando del momento de cercanía.

— No te acostumbres demasiado, corderita —bromeó, aunque su tono no era tan severo como otras veces—. Esta es solo una muestra de mi generosidad.

Una Sumisa para Lucifer Morningstar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora