🍎Capitulo 6: Entre la Tentación y el Desprecio🍎

53 1 0
                                    

Alanís se encontraba arrodillada junto al lavadero en el jardín, restregando las camisetas rosadas de Lucifer con detalles en blanco, el agua fría y sucia manchando sus manos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Alanís se encontraba arrodillada junto al lavadero en el jardín, restregando las camisetas rosadas de Lucifer con detalles en blanco, el agua fría y sucia manchando sus manos. A su alrededor, un grupo de demonios se había reunido, observándola como si fuera una atracción en el inframundo, lanzando comentarios burlones que caían sobre ella como piedras.

 A su alrededor, un grupo de demonios se había reunido, observándola como si fuera una atracción en el inframundo, lanzando comentarios burlones que caían sobre ella como piedras

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¡Eh, princesa! ¡No te ves tan regia ahora! —se burló uno de ellos, provocando risas entre sus compañeros.

—¿No te habrán enseñado a no manchar tus preciosas manos? —añadió otro, fingiendo preocupación mientras reía.

Alanís mantuvo la mirada baja, tratando de ignorar las burlas, aunque sentía cómo cada palabra se clavaba como un aguijón en su orgullo. Se concentró en su trabajo, sumergiendo las prendas en el agua y restregándolas con una determinación que intentaba ocultar la vergüenza y frustración que sentía.

Pero el sonido de unos pasos inconfundibles detrás de ella hizo que su espalda se tensara. Lucifer se acercó, su sombra proyectándose sobre Alanís como un recordatorio de la autoridad que él ejercía en ese lugar. Llevaba una expresión de satisfacción mientras observaba la escena, disfrutando abiertamente de la humillación de la joven.

—¿Cómo va todo, mi querida Sumisa? —dijo con una sonrisa sardónica, su tono goteando ironía—. Veo que tienes algo de público. Parece que has logrado entretener a unos cuantos demonios.

Alanís mantuvo los ojos fijos en el agua, tratando de ignorarlo, pero Lucifer se inclinó un poco más cerca, disfrutando del desafío.

—Quizás deberías sonreírles, Alanís —añadió, bajando la voz lo suficiente para que solo ella pudiera oírlo—. Después de todo, están aquí por ti. No todos los días ven a una princesa en labores tan... humildes.

Finalmente, Alanís levantó la mirada y, con un hilo de voz, murmuró con desesperación contenida:

—¿De verdad me dejarías regresar al Cielo... algún día?

Lucifer arqueó una ceja, divertido y complacido por la vulnerabilidad que finalmente había conseguido en ella.

—¿Regresar al Cielo? —repitió, como si saboreara cada palabra—. Eso depende de ti, mi corderita. Si demuestras ser obediente, sumisa, y aprendes tu lugar aquí... quizá considere la posibilidad.

Una Sumisa para Lucifer Morningstar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora