Narrador omnisciente
La corderita comenzó a limpiar el estudio de Lucifer en silencio, moviéndose con cuidado entre los muebles y las estanterías. Repasaba cada rincón con esmero, asegurándose de no dejar ni una sola mancha que pudiera molestar al rey. A medida que avanzaba por la habitación, algo llamó su atención: una estantería peculiar, una que no había notado antes en sus visitas al estudio. Estaba llena de patitos de goma, todos perfectamente alineados, con un brillo impecable que reflejaba la luz tenue de la lámpara.
Algunos de los patitos estaban vestidos con uniformes de policía, otros con trajes de chef o de panadero, y había incluso algunos que parecían aventureros, con sombreros y mochilas diminutas, como si estuvieran listos para una expedición. La colección era completamente inesperada, casi ridícula, pero a la vez encantadora, y un leve suspiro escapó de los labios de Alanís mientras los observaba.
Intrigada, Alanís tomó uno de los patitos entre sus manos, observando los pequeños detalles de su vestimenta y su expresión. Cada uno parecía tener su propia personalidad reflejada en el diseño, algo que de alguna manera le pareció curioso y entrañable. No pudo evitar sonreír ligeramente al ver los pequeños detalles de los trajes. Por un momento, se olvidó de su situación, atrapada en esa pequeña colección de patitos tan fuera de lugar en el Infierno.
—Le quedaron muy bonitos... —murmuró en voz baja, casi como si estuviera hablando con los patitos, sin saber si Lucifer la escucharía desde fuera.
En ese instante, la puerta del estudio se abrió, interrumpiendo su momento. Lucifer apareció en el umbral, apoyándose en el marco de la puerta con los brazos cruzados, su expresión implacable, pero con una ceja alzada que reflejaba diversión y burla.
—¿Te estás entreteniendo, corderita? —preguntó, su voz cargada de ironía y sarcasmo, una sonrisa burlona asomando en sus labios—. No sabía que tenías una debilidad por los juguetes.
Alanís se sobresaltó al escuchar su voz y rápidamente colocó el patito en su lugar, casi derrapando con los pies sobre el suelo mientras sus mejillas se teñían de un rubor involuntario. Evitó mirar a Lucifer directamente, sus ojos fijos en el suelo.
—Lo siento... —murmuró, el tono de su voz bajo y casi tembloroso—. Solo estaba limpiándolos... Pensé que... le gustaban.
Lucifer avanzó lentamente hacia ella, su presencia dominante llenando el espacio. Se detuvo a su lado, y sin apartar la vista de Alanís, tomó uno de los patitos de la estantería, un pequeño patito vestido de pirata, y lo hizo girar en su mano con un gesto calmado, casi medido.
—¿De verdad te parecen bonitos? —preguntó, y su tono era difícil de leer. Parecía divertido, pero había una chispa de curiosidad en su mirada. La mirada penetrante de Lucifer la analizaba de una manera tan intensa que Alanís sintió que su corazón latía más rápido.
—Sí... —respondió ella en voz baja, luchando por mantener la compostura—. Creo que son... encantadores.
Lucifer dejó escapar una risa suave, un sonido que sorprendió a Alanís por su tono inusual. Era una risa suave, sin maldad, casi como si estuviera disfrutando de su sorpresa.
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Una Sumisa para Lucifer Morningstar
Fiksi PenggemarAlanís, conocida en el Cielo como el Espíritu Santo, es una divinidad celestial que, tras ser secuestrada por Lucifer Morningstar, se encuentra atrapada en el Infierno. Alanís intenta mantener su dignidad y esperanza mientras lidia con los intentos...