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Jimin

¿Conoces esos momentos épicos y embarazosos que solo aparecen en las películas? Como cuando la intrépida y valiente heroína está espiando a su ex detrás de unos arbustos y, cuando él mira, ella tropieza con un carrito de postres gigante que ha aparecido de repente. Sí, eso me acaba de pasar a mí.

De acuerdo, no exactamente así, pero parecido. Imagina esto si quieres. Estoy en mi pastelería, Sugar Bakers, de la que soy copropietario con dos de mis mejores amigos, Taehyung y Jungkook. Solo llevamos abiertos un par de meses, pero el negocio ha empezado a despegar.

Empezamos en la cocina de la casa de Jungkook con venta de pasteles y otros productos horneados para fiestas, pero recientemente adecuamos un pequeño local y abrimos una tienda a solo una cuadra del centro de la ciudad.

De todos modos, así que estoy en la parte de atrás, en la cocina, sacando galletas del horno. Cuando oigo voces en el frente, son de hombres y dicen algo acerca de un pastel de bodas. Pero hay algo en la voz de uno de ellos que me resulta familiar. Así que dejo la bandeja de galletas y salgo a echar un vistazo.

Ahora, amigos, es cuando debería haber parado. Debería haber tirado el delantal al suelo, haberme ido a casa y haberme metido en la cama. Por supuesto, eso no es lo que hice.

No, reconozco a ese hombre y voy directamente hacia él, ignorando al alto doncel que le agarra del brazo.

— ¿Namjoon? ¿Kim Namjoon?— pregunto.

Después de años intercambiando cartas con Namjoon, ya me imaginaba el momento en que volvería a casa. Una y otra vez durante los últimos seis meses.

Las fantasías iban desde toparme inocentemente con él en una cafetería, hasta dramáticas propuestas que implicaban declaraciones, anillos de compromiso y un baile coreografiado.

No me juzgues por mi activa imaginación; tengo mucho tiempo libre mientras horneo. Pero ni siquiera yo imaginé este escenario en particular. En el que él actúa como si no me conociera. Me mira, sin que el reconocimiento ilumine sus ojos.

 — Sí, soy yo.— dice con una gran sonrisa.

Me doy un golpecito en el pecho.

 —Soy Jimin. — Espero a que me reconozca. Cuando parece que no, añado: — Ya sabes, ¿el amigo de Hoseok?

Ladea la cabeza y luego asiente lentamente.

 — Park, ¿verdad?

 — Sí.— ¿Por qué se comporta así?

Por primera vez, dejo que mi mirada se dirija al doncel que está a su lado. Tiene más o menos mi edad. Guapísimo. Delgado. Con el pelo bien peinado y de un color perfectamente normal.

Se me acelera el pulso al notar cómo le agarra el antebrazo con los dedos. Si Namjoon estuviera cubierto de manchas negras, me preocuparía que estuviera pensando en hacerse un abrigo con él. Tomo el camino más fácil e ignoro la pregunta más importante, es decir, quién es este chico y por qué lo está tocando, y en su lugar pregunto:

 — ¿Cuándo llegaste a casa?

 — ¿Quién es, Nam?— pregunta el doncel que se aferra. Namjoon se encoge de hombros.

 — Solo un amigo de mi hermano. En realidad no lo conozco.— murmura cerca de su oído. Pero lo oigo perfectamente.

De nuevo, este habría sido un buen momento para dar la vuelta a mi regordete trasero y esconderme. De nuevo, eso no es lo que hice. No, en lugar de sumar dos más dos y llegar a la conclusión lógica, paso directamente de la confusión a la ira.

Amor A Primera CartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora