Capítulo catorce

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EL OLOR a cigarrillos estaba impregnado en el aire mientras me encontraba de pie junto al muelle. Incluso el olor del Tamesis no podía cubrirlo. Mis párpados se cerraron. Necesitaba un segundo para recuperarme. Últimamente estaba sucediéndome mucho, trataba de recobrar el control, ese mismo del que me enorgullecía. Pero en el momento en que me relajara, sus ojos azules aparecían ante mí enmarcados por gruesas pestañas en una cara bien afeitada. Una mandíbula afilada que era perfecta para mordisquear y suaves labios rosados que se inclinan hacia arriba en una atrevida sonrisa, y que decir de ese lunar en su labio superior, me estaba volviendo loco.

-"Abre la caja", dijo Fernando.

Mis ojos se abrieron de golpe ante la voz de Fernando, y me obligué a callarlo todo. Si mi hermano notara lo fuera de sí que estaba, la historia se repetiría. No podría volver a pasar por eso.

Tres de nuestros hombres metieron palancas debajo de la gruesa tapa de madera y la abrieron. La tapa cayó al suelo junto a la caja cuando se reveló el contenido o mejor dicho la falta de este 

-"Maldita sea", gimió Carlos. Nuestros ojos se encontraron por un segundo antes de que ambos miráramos a Fernando. Se asomó sobre la caja vacía que se suponía que contenía el cargamento de armas. Los que ya habíamos vendido.

-"Abran todas las malditas cajas", dijo Fernando con los dientes apretados.

Carlos y yo tomamos una palanca y nos dirigimos a las otras cajas. Todos los hombres estaban ahí afuera abriendo las cajas. Uno por uno, aparecían vacíos. Solo había paja.

Carlos se dirigió hacia mí. -"¿Qué diablos crees que haya sucedido?"

Negué con la cabeza. Tal vez si mi mente no estuviera dispersa y mis pensamientos rebotando constantemente hacia cierto policía, tendría una respuesta.

El sonido de un arma siendo disparada hizo eco a nuestro alrededor. No teníamos que apresurarnos para saber qué había pasado. Enderecé la espalda y me acerqué a mi hermano mientras uno de los hombres yacía en el suelo, meciéndose de un lado a otro mientras sostenía su rodilla sangrante.

-"Tu estabas a cargo del envío. No puedo entender cómo se pierden doscientos rifles de asalto y pistolas sin marcar". Fernando se paró sobre él, su arma firme mientras apuntaba a la cara de Valtteri.

—No lo sé —exclamó Valtteri.

Había estado con nosotros por un tiempo, casi dos años, y tenía que saber que las palabras menos favoritas de Fernando eran "No sé". Como para recordarle ese hecho, Fernando disparó la siguiente bala en su otra pierna.

Valtteri dejó escapar un grito indigno que superó con creces el golpe del arma. Maldijo mientras agarraba ambas piernas sangrantes. La sangre salpicó todo el suelo y algunas cajas cercanas. La vista era normal, y todos se quedaron allí observándolo mientras trataba de frenar su sangrado.

Take me apartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora