Capítulo veintiséis

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OBSERVÉ el vendaje en mi mejilla

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OBSERVÉ el vendaje en mi mejilla. Hasta ahora estaba limpio. No más sangrado a través de la tela blanca. Afortunadamente, el corte no había sido profundo, pero todavía me dolía. Estaba tomando mi cuarto ibuprofeno y el dolor seguía ahí. Tal vez todo estaba en mi cabeza, palpitaciones psicológicas en lugar de dolor físico real.

—Verstappen, ¿has entregado tus informes?

El sargento Horner me miró fijamente, esperando con ese semblante tan característico. Escuché lo que dijo, pero por alguna razón las palabras no se quedaron grabadas en mi cerebro. El arqueó una ceja.

—Um, sí, informes. Sí jefe, ya los entregué —dije mientras asentía para mis adentros.

—¿Hay algo de lo que necesite ponerme al día?

—De mi parte no, —dije lentamente. —Todavía estamos investigando las cosas. Lewis fue a buscar algo de comer, pero volverá. Tengo una reunión después del trabajo con alguien para investigar algunas cuestiones sobre la huella digital.

—¿Un informante?

Negué con la cabeza. —Un contratista independiente.

Horner me miró de arriba abajo. —Bueno, averigua lo más que puedas. El jefe está siendo un dolor de huevos, quiere a los Pérez tras las rejas.

—Lo sé. —Miré hacia su oficina e hice contacto visual. Un escalofrío recorrió mi espalda antes de volverme hacia ella. —Ha estado observándome sin parar.

—Su trabajo está en juego. Si estuvieras en esa situación, créeme tu también estarías observando a medio mundo con esa cara. —Me dio una palmadita en el hombro. —Vamos, Max. Puedes hacerlo. Esto es lo que siempre quisiste, ¿verdad?

Bien. Un sueño hecho realidad. 

Lo vi alejarse cuando mi teléfono comenzó a sonar. El botón parpadeó y agarré el auricular, presionándolo contra mi oreja.

—Oficial Max Verstappen a sus órdenes.

El silencio me saludó. Miré el número en la pantalla, pero estaba bloqueado. Genial, alguien siendo un idiota. Mi dedo se mantuvo sobre el botón de finalizar cuando se me ocurrió una idea.

—¿Sergio? —Susurré.

La llamada se cortó. Aparté el teléfono y lo miré. ¿Era realmente él? ¿Por qué me estaría llamando?

  Eres mío.

Me había dicho esas palabras más de una vez. Yo le pertenecía y él nunca me dejaría ir. Tal vez me había engañado al pensar que a medida que pasaban los días y luego las dos semanas, él se habría olvidado de mí. Me imaginé la mirada en sus ojos, la mirada devastadoramente peligrosa que me sacudía hasta lo más profundo mientras me penetraba la última vez que estuvimos juntos.

Take me apartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora