Capítulo treinta

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ACOSTARSE y sanar era para los débiles. Había mejores cosas que podría estar haciendo con mi tiempo. Como recordarle a cierto policía exactamente de lo que era capaz.

Me deslicé de la cama y me moví por la habitación de invitados sin hacer un solo sonido. Max estaba en la sala de estar, arreglando y colocando libros en el estante. Después de dos días de estar fuera de sí, confinado en la cama, noté que Max se había mantenido ocupado. Los montones de proyectos sin terminar que habían decorado la mayor parte de mi casa fueron retirados.

Una parte de mí pensó que Max se iría. Luché contra la somnolencia de las pastillas, pero cada vez me arrastraban a la oscuridad. Me esperaba la preocupación de que abriría los ojos y Max no estaría allí. Necesito asegurarme de que nunca intente irse de nuevo.

Mi pecho se apretó. Entrecerré los ojos para ver si los había puesto en el orden que le había mostrado la primera vez. Algunos estaban fuera de lugar, pero sorprendentemente no me molestó. Me apoyé contra la pared y lo observé durante otros diez minutos. Se movió, pero era como si no hubiera nadie en casa. Sus ojos azules estaban vacíos.

Me moví rápidamente a través de la sala de estar con pasos ligeros. Max se volvió, pero ya era demasiado tarde. Ya lo tenía en mi trampa. Lo estrellé contra la pared, de cara al frente. Él gruñó y yo gemí, presionando mi cuerpo cerca de él.

-"¡Se supone que debes estar descansando!"

Aplasté mi polla contra su culo firme. Maldije la tela entre nosotros. Un escalofrío de placer me recorrió de pies a cabeza. El dolor era poco más que una molestia. Algo que fácilmente podría ignorar por él.

-"Mmm, ¿es eso cierto?" Pasé mi mano alrededor de la cintura de Max y empujé más allá de la banda elástica de su sudadera. La carne caliente saludó a mis dedos y fue más allá hasta que tuve la polla de Max en mi mano.

Max respiró hondo mientras empujaba contra mí. Estaba necesitado, ¿y qué clase de persona sería yo para ignorar al hombre que tenía mi mente, cuerpo y alma negra en la palma de sus manos? Sería peor que un monstruo.

Mis labios rozaron su oreja. -"Dilo otra vez."

Quería escuchar esas dulces palabras, las que me penetraron más profundamente que cualquier cuchillo o bala. Los anhelaba como ansiaba la carne de Max.

-"¿Qué?" Max gimió. Sacudió la cabeza y trató de alejarse de mí sin lastimarme. Sergio, tienes que estar en la cama.

Apreté mi puño alrededor de su pene y lo acaricié como sabía que le gustaba. El gemido que se soltó de Max fue como encontrar una mina de oro.

-"Eso no es lo que dijiste antes" Presioné firmemente contra él, cerrando los ojos por un momento y respirándolo.

"¿Qué-" Sus palabras se rompieron en un jadeo cuando pasé mi pulgar sobre la cabeza de su polla.

Take me apartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora