Conociendo al señor Hades

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Esto no tiene tanto de lo coqueto, pero metí contexto para el que sigue, entonces disfruten.


-¡Te vas a arrepentir! -amenacé a Bishamonten cuando me entregó a los guardias del Hellheim.

-No eres bienvenida en la India, regresa donde perteneces, demonio -respondió y me dio la espalda.

-Maldito dios de pacotilla. ¡Te voy a encontrar! ¡Ya escapé una vez de ahí, no dudes que lo haré de nuevo y tú serás el primero al que visitaré!

-Me siento honrado de estar en tu lista -replicó con ironía y siguió avanzando.

Grité de pura frustración por su falta de respuesta, desafortunadamente, mis nuevos carceleros fueron mucho menos pacientes conmigo y me dieron un golpe que me dejó inconsciente.

Cuando abrí los ojos, estaba encadenada a una pared.

Traté de usar mis poderes, pero no podía, simplemente las cadenas drenaban mi magia.

-¿Qué demonios? -pregunté confundida.

Una risa burlesca sonó desde afuera de la celda.

Escuché el sonido de pasos hasta que una luz lo iluminó.

-¿Quién eres? -pregunté molesta, aún tirando de mis cadenas.

-Vaya, qué ofensa. ¿De verdad no me conoces?

-No -respondí enojada.

-Hades. Un gusto, señorita -se presentó coqueto.

-¿Por qué estoy aquí?

-Porque un pajarito me dijo que tenía a alguien de mis filas jugando fuera de mi reino. Tengo curiosidad por saber cómo escapaste, pero ahora me resultas más llamativa. Irradias una poderosa energía destructiva. Desde que llegaste, hay una poderosa tormenta de rayos asolando la tierra.

Indra... pensé.

Por supuesto que era él.

Clamaba por mí, porque regresara a su lado.

-Libérame, te lo exijo.

-¿Tú me lo exiges?

Hades rio sonoramente.

-Creo que debo de mostrarte cuál es tu lugar en la jerarquía del infierno -amenazó liberando un aura poderosa.

La celda se abrió por sí sola y él entró.

-Uy, qué miedo, haces magia -replicó tratando de zafarme de las cadenas.

Se colocó frente a mí y levantó una mano, pensé que me iba a golpear, pero acarició mi mejilla y puso detrás de mi oreja un mechón de cabello.

-¿Qué? -pregunté en un susurro.

Ese simple acto me había parecido... lindo.

-Quiero castigarte, pero te ves tan... -su figura se cernió contra la mía.

Respiré agitadamente mientras lo miraba, de pronto me sentía diminuta e insignificante.

-Sé mía -pidió tomándome desprevenida.

-¿Qué?

-Sé mía. Tienes mucho poder, lo puedo ver. Trabaja para mí, bajo mi guía te convertirás en una poderosa hechicera.

-¿Y qué quieres a cambio? -preguntó levantando una ceja-. ¿Sexo?

-Mmm... No lo sé, tal vez -respondió de manera inocente.

De pronto, un sonido de trompetas funestas resonó por todo el inframundo.

-¿Qué es eso?

-Mi reina Perséfone ha retornado conmigo.

-¿Estás casado?

-¿Te molesta?

-No me va el ser infiel.

Él sonrió y me miró con interés.

-A ver cuánto tiempo puedes resistir... Adiós -dijo y se alejó.

-¡Espera! ¿Me vas a dejar amarrada todavía?

-Tienes que aprender quién manda en el inframundo, querida. Soy tu rey. Y espero más respeto de tu parte para la próxima vez -replicó de manera arrogante mientras me daba la espalda y se iba.

Y no supe por qué, pero me reí.

Noches con los Dioses (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora