Capítulo 3

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La brisa marina azotaba contra el suave rostro de Hongjoong, obligándolo a mirar hacia la lejana mancha que se hacía grande conforme avanzaba y mostraba grandes barcos anclados en el puerto. El poderoso puerto comercial de Tánger se habría camino frente a Hongjoong, quien miraba asombrado la cantidad de personas que se movían por tierra, desembarcando y cargando cajas llenas de fruta, joyas, reproductores musicales, incluso observó las preciosas sedas traídas de países lejanos y que llegaban a las mejores casas de costura en Tánger. 

Sus pulmones se llenaron de aire mientras miraba como se acercaba al puerto, escuchando las voces que hablaban en un idioma desconocido para él, dándole vida a la entrada de la ciudad. Era muy diferente al caos y a la tristeza de Madrid, un lugar repleto de esperanza que comenzaba a hacer a su corazón latir con fuerza, sus manos se aferraron al barco, sonriendo mientras sentía como la nave se detenía al haber llegado a la hermosa playa en la que desembarcarían. Tomó la maleta mientras se movía con pies ágiles sobre la cubierta, esquivando a los hombres que se encargarían de bajar los productos que vendían en Marruecos. Agradeció al capitán por traerlo y bajo de la nave. 

Saludó con la cabeza a los hombres que se encontraba en su camino, sonriendo ampliamente, mirando al frente, disfrutando de la brisa marina y salada que tenía años no había podido presenciar.  Recordó el puerto en Barcelona, recordó a su padre y recordó el taller de costura. Sin embargo había algo en este puerto que era tan diferente, tal vez era aquella promesa de una nueva vida la cual permitía que Hongjoong se animara al haber tocado tierra. Sacó de su bolsillo un papel con una dirección que lo llevaría a la posada donde su hermano le facilitó el hospedaje. 

Se colocó el sombrero sobre sus cabellos y se alejó del puerto comercial, adentrándose en el centro de la ciudad, veía coches por las calles, elegantes carrosas tiradas por grandes caballos. Miraba a las parejas caminar animadamente de la mano, a los niños correr y gritar mientras jugaban a la pelota. Había puestos de comida y artilugios en la calle, Tánger palpitaba vivamente frente a él, escondiéndolo de la cruel mentira de la guerra que se avecinaba en Europa. 

Se detuvo frente a un banco y esperó en la fila, mirando atento a las demás personas allí, si se permitía adivinar, sabría que la gran mayoría allí eran extranjeros que al igual que él, se habían refugiado de la guerra en aquella ciudad lejana de la oscuridad que se cernía sobre ellos. Cuando fue su turno se acercó y cambio las pesetas que había traído por dírhams, saliendo tras haber agradecido. Salió a buscar algún taxi que lo pudiera llevar a la estación de trenes. Subió al vehículo y esperó a que este se pusiera en marcha. Miró asombrado las grandes calles que lo rodeaban y las casas que pasaban mientras se dirigían a la estación de trenes. 

Pasó menos de una hora para que llegaran al lugar, Hongjoong le sonrió al chofer mientras pagaba su pasaje y bajaba. Esperó en la taquilla y con un burdo francés pidió su boleto hacia Tetúan, donde podría comenzar una nueva vida. Subió al vagón mientras sacaba de su maleta algunas revistas de temporadas pasadas que se había permitido llevar, a la par que una desgastada libreta y un bolígrafo, dibujando sobre el papel los cortes y patrones que las revistas mostraban, permitiéndose modificar y mezclar cosas de las diversas prendas que allí se encontraban. 

Sus dedos garabateaban ágilmente sobre el desgastado papel y su mente se desconectó de todo lo demás. No notó cuando los demás pasajeros subieron y se sentaron a su lado, o las grandes planicies que el tren cruzaba rápidamente. En su mente se maquinaban solas las ideas al poder diseñar nuevamente, al despertar el sueño de poder ser alguien, ser un diseñador conocido, de poder revivir aquella esperanza y aquel sueño que desde niño hizo su corazón latir con fuerza. Una vez el tren dejó de moverse, guardó rápidamente sus cosas y al igual que en el puerto, Hongjoong cruzó el tren ágilmente, antes de tomar otro taxi y cerrar sus ojos, esperando encontrar una cama suave y cálida en la que pasar la noche. 

El patrón del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora