Capítulo 9

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Park Seonghwa era un blanco fácil, Daniel Montgomery lo supo en el momento en que encontró al pobre reportero moribundo en las calles desoladas de la capital italiana mientras daba un paseo. Un simple intercambio de palabras había servido para él se diera cuenta lo fundamental que sería Park en su juego. Era un secreto a voces cuánto se ofrecía por la cabeza del reportero fugitivo que en sus notas periodísticas buscaba sembrar la idea revolucionaria contra el régimen japonés sobre sur Corea. Fue aquella la razón por la que el capitán Británico refugió a aquel pobre hombre en sus tropas y lo llevo consigo a Marruecos, donde sembraba la semilla para su proyecto de espionaje más importante. 

Haber convencido al reportero de formar parte de la misión que cargaba en sus hombros había sido fácil, tal vez era el sentimiento patriota que llevaban grabado en sus corazones, o el profundo deseo de muerte que el mayor llevaba oculto tras sus cansados ojos casi grises. Park Seonghwa era un personaje interesante y en unas cuántas semanas de haberse conocido le hizo comprender al británico que no sería un simple peón en aquel inmenso tablero de ajedrez. La mente astuta del reportero era una de las más ágiles que había conocido, la personalidad perfeccionista y calculadora, las acciones cuidadosas que hacían su presencia casi imperceptible, y aquella imagen etérea que no haría a nadie sospechar del bando para el que estaría jugando. Park Seonghwa tenía un puesto importante en los planes de Montgomery. 

Y ahora Seonghwa no sabía como salir de aquel peligroso juego de poder entre ideologías diferentes. Por eso se arreglaba cuidadosamente el cabello mientras sus ojos evitaban encontrarse con su rostro en el espejo. El traje ajustado que Choi San le había prestado para la fiesta de aquella noche le era incómodo, pero se había abstenido de decir palabra alguna que molestara al anfitrión y a su superior en esos momentos. Se roció la loción en las muñecas y el cuello antes de salir del baño del hotel donde se llevaría a cabo la reunión. Respiró hondo antes de bajar hacia el salón, donde los invitados comenzarían a llegar. Se posicionó junto a Daniel Montgomery y a Choi San mientras recibían con un apretón de manos a un par de hombres que habían llegado recién. 

Choi Jongho, el hermano menor del jefe de seguridad, Park ya había escuchado del astuto mercader que había logrado burlar las leyes de importación Marroquíes para meter al país aquellas lujosas telas que vendería por un precio más elevado que el original. No le sorprendió para nada la personalidad cautelosa del menor, sus miradas que escaneaban el lugar y la sonrisa ladina que le dedicaba a cada uno de ellos.  Acompañando al pequeño contrabandista se encontraba Kang Yeosang, de quien Park ya tenía una pequeña hoja llena de anotaciones acerca del menor. Porque Seonghwa siendo el compulsivo que era, había investigado lo más que pudo a cada uno de los invitados de aquella noche. Sabía que el hombre de delicado rostro y amanerado era en realidad hijo del doctor Kang, uno de los médicos que habían trabajado para el imperio japonés, declarado traidor y convirtiéndose en uno de los vendedores de opio más importantes en Corea hasta su partida junto a su esposa e hijo. 

Vio la interacción entre aquellos sujetos y el imponente hermano mayor de la familia Choi, quien mostraba una sonrisa sincera que hacía visibles los hoyuelos que tenía. Seonghwa se mantuvo callado, observando cada mínimo detalle de las personas que, junto a él, estarían jugándose la vida para investigar al ejército alemán. Se quedó sentado junto a ellos hasta que llegó el invitado especial de la noche, Jung Wooyoung. 

Park lo miró atento, el ya conocido Wooyoung, hijo de un político alemán y padre de un pequeño entraba al hotel, ya más atiborrado de elegantes invitados. Lucía un traje casi transparente de las mangas, con un corte v que dejaba al descubierto sus clavículas, unos pantalones rectos debajo de lo que parecía ser una falda. Sin duda era un diseño arriesgado que ninguno hubiera esperado ver. Jung lucía con elegancia el pedazo de ropa vanguardista mientras le daba un cálido abrazo a San, el cual fue correspondido con algunas palmadas antes de que el alemán se dirigiera a los reunidos allí. 

El patrón del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora