Capítulo 8

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-Jung Wooyoung.- Había hablado aquel hombre apuesto con voz aterciopelada, aquel nombre que se grabaría a fuego en la vida de Kim Hongjoong, cuyos caminos estaban enlazados y tomando el mismo rumbo aunque ambos muchachos desconocieran aquello por completo. El nombre del sujeto era extravagante, Hongjoong pudo deducir casi de inmediato que no era Europeo, y si no tenía dudas, Jung Wooyoung era Coreano. 

Analizó por una fracción de segundo los ojos felinos del más alto, que sonreía con astucia ante el silencio de Kim Hongjoong. Pero Joong adoraba los retos, y fue aquella chispa de adrenalina la que lo hizo aceptar inmediatamente la propuesta hecha por el contrario. 

-Bueno Jung Wooyoung, tendrá el mejor traje jamás visto en Marruecos.- Las palabras no hicieron más que ensanchar la sonrisa contraria, el sujeto asintiendo antes de salir por la puerta del taller, acordando regresar en dos días para que el modelo estuviera listo y sus medidas pudieran ser tomadas. Hongjoong no durmió aquella noche, entre el ajetreo de tener más modelos que llegaban y que tendría que replicar, en su mayoría, para mujeres de los cancilleres, cónsules y diplomáticos que asistirían a la elegante fiesta del Canciller Choi, por la noche, Hongjoong se sentó en el suelo del balcón, con un lápiz de grafito y su libreta de diseño, obligándose a crear algo que dejara sin palabras a Jung Wooyoung, que borrara la sonrisa burlona de sus labios y la sustituyera por una mueca de asombro. Quería crear el traje más vanguardista que todas aquellas personas de clase alta pudieran haber visto, Kim Hongjoong tenía la reputación, y no pensaba en nada más que enaltecerla, haciendo un trabajo sobrehumano al coser, confeccionar, cortar y entregar a la perfección vestidos y trajes de noche sin ayuda de nadie más. 

Desde pequeño había sido exigente consigo mismo, había aprendido a pasar noches enteras en vela dedicándose a aquello que tanto amaba, no descansando ni permitiéndose un solo error, Kim Hongjoong era la definición de talento y perfección, y eso se comprobó nuevamente cuando el miércoles, Jung Wooyoung se quedó atónito con el diseño presentado en la libreta de hojas blancas. Un traje que se veía ligero, elegante, con un corte en v que dejaba parte del pecho descubierto, con tela colgando de la cintura, dándole la impresión de una falda, aunque por debajo un juego de pantalones rectos acompañara el conjunto. 

Los felinos ojos de Jung recorrieron la libreta una y otra vez, admirando la locura, creatividad y vanguardia presentada frente a él. Ambos sabían que era una propuesta arriesgada, pero las personalidades de ambos solo hicieron que un asentimiento de cabeza confirmara poner en marcha la creación de aquel traje. Y así fue como Kim Hongjoong comenzó a anotar ágilmente las medidas de Wooyoung en la libreta, haciendo comentarios acerca de donde iría más ceñido el traje, donde tendría que añadir costuras o cómo caería la tela que usaría. Hongjoong era un genio, un profesional, una mente maestra en el área de la moda aunque no hubiera tenido estudios especializados, y por esa razón Jung Wooyoung decidió que, si haría su primer amigo en Tánger, sería aquel misterioso y hábil diseñador que con ojos almendrados había accedido a darle el centro de atención en la fiesta de su querido canciller. 


-Escuché que te asaltaron y estuviste secuestrado dos años hasta que accediste hacerle un vestido a la reina de España.- Las palabras de Wooyoung hicieron que Hongjoong sonriera mientras tomaba un sorbo de té.

-¿Quién contó eso de mi?

-Algunos empleados de Choi Jongho, se lo dije al inicio Kim, su reputación lo precede.- Wooyoung sonrió mientras miraba con curiosidad al hombre más bajo. 

-Bueno, supongo tendré que alimentar aquella reputación, no solo me secuestraron, además de eso, soy hijo de uno de los traficantes de telas más grandes de Europa.- Hongjoong sonrió. 

El patrón del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora