Capítulo 13

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Cuando cayó la tarde Hongjoong entraba a su casa, subiendo las largas escaleras y entrando a su pequeño departamento. Se tomó el lujo de cenar fuera de casa y llegando se dedicó a poder acomodar el taller, con cuidado recogió los rollos de tela y los acomodó. Barrió con una escoba el suelo y ordenó los hilos y listones de colores. Se encargó de juntar los lápices, reglas y papel que utilizaba para los patrones y los guardó con cuidado en su escritorio. 

Seguía teniendo una sensación desagradable en el pecho, como si algo viscoso bajara por este, sabía que la angustia por recibir noticias del bienestar de Yeosang lo tenían de esta forma. No había visto a Jongho aquel día, supuso regresó a su propia casa o a buscar al mayor. Miró sobre su hombro mientras el sol bañaba de dorado los techos de los altos edificios, escuchaba las voces alegres de las demás personas, los automóviles y los perros. Sonaba cálido y permitió que calentara su afligida mente y abrazara la desconsolada alma que el modista cargaba. 

Con un suspiro se dejó caer en el sofá, perdiendo la vista en el balcón de su casa, no quería pensar en nada, simplemente quería descansar. Los siguientes días se encargaría de buscar alguna noticia de lo acontecido en la fiesta. Sus músculos se relajaron mientras permitía que sus párpados se cerraran y su cuerpo se abrigara en el cálido sol vespertino que llenaba su sala de estar.

Ignorando lo que pasaba en las ajetreadas calles de aquel país costero, donde las noticias de guerra crecían con cada día y los periódicos mostraban los grandes titulares, notas que escribían periodistas detrás de su escritorio, con ojos cansados y manos ágiles, al igual que Park Seonghwa, aunque a diferencia de los demás, el coreano prefería escribir las crónicas que con suerte algún periódico aceptaría sentado en alguna banca de la ciudad. 

Sus manos aferradas al bolígrafo escribían con apresuro, antes de que sus ojos regresaran a la lectura y tachara lo ya escrito, porque aunque pusiera su mayor esfuerzo, el hombre no podía poner toda su atención a las palabras que estaba anotando torpemente y que formaban oraciones sin coherencia. Suspiró pesadamente mientras miraba a la calle, un pequeño grupo de niños jugaban con una pelota, había un perro pequeño que corría junto a ellos detrás del redondo objeto que botaba en el suelo. Había una tienda frente a él, de la cual salía una pareja. Alzó la vista para admirar los balcones de los edificios, y como el sol los teñía de un color amarillo cálido. 

-La tarde es linda.- Hablaron junto a él mientras Seonghwa admiraba la sombra proyectada por la alta figura que tomaba asiento a su lado. -Es una lástima pensar que será uno de los últimos atardeceres que veré en Marruecos.

-Creí que para esta hora estarías tomando algún barco a Reino Unido.- El reportero contestó con voz sosa mientras cerraba la libreta y guardaba el bolígrafo, concentrando su atención al contrario. 

-Tenía que asegurarme que todos estuvieran bien.

-¿Murió alguien?

-Seonghwa fue un boicot, venían armados y nos tomaron por sorpresa, obviamente hubo bajas.

Un asentimiento de cabeza del reportero dio a entender la afirmación contraria, obligando a ambas partes a guardar silencio y mirar el rutinario paisaje frente a ellos. 



-Vas a venir conmigo a Londres, supongo.

-No estaba en mis planes, además solo sería un estorbo para tu trabajo. 

-Sabes que me gustaría tenerte a mi lado. 

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⏰ Última actualización: Nov 06 ⏰

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El patrón del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora