Capítulo 11

139 17 10
                                    




La misión sonaba sencilla, darle esos sedantes al embajador Alemán que había venido por Park, llevarlo a la parte trasera del hotel y regresar a la fiesta. Tanto Yeosang como Jongho conocían a la perfección su tarea, lo habían hecho ya en algunas ocasiones anteriormente, jamás había fallado. Era por eso que el menor se preguntaba qué había salido mal esta vez, porque lo que era una noche tranquila con un pequeño crimen silencioso terminó en una serie de disparos que ahora eran los causantes del tinte rojo se extendía por el traje de noche de Yeosang, que con una expresión horrorizada miraba al menor de los Choi. 

Tal vez si hubieran sido más cuidadosos habrían visto como uno de esos señores adinerados que venían de Alemania los había seguido hasta la puerta, incluso, si desde días antes no estuvieran tan tarados por la idea de volver a ver a Hongjoong podrían haber observado como uno de aquellos jardineros que podaba el césped mientras Jongho y Yeosang conversaban en el jardín utilizaba el teléfono casero para hacer una llamada donde informaba las órdenes dadas a los hombres. 

Sus piernas se habían doblado mientras caía con fuerza sobre sus rodillas al mirar la pequeña mancha de sangre que dejó Kang. Sus manos temblaban y su cabeza daba vueltas, se sentía mareado, tan descolocado que no sintió cuando uno de los brazos fuertes de los policías enviados por Montgomery lo ponían de pie y lo dirigían dentro de un automóvil, intentó gritar, ¿Porqué Yeosang no estaba a su lado? Jongho era completamente ajeno al porqué su Yeosang había entrado corriendo al hotel aún teniendo una herida de bala en el brazo. Sentía su corazón acelerarse y una desagradable sensación, como si estuviera sumergiéndose lentamente en agua, y su oxígeno fuera desapareciendo, se extendiera por su pecho de forma viscosa.  Su rostro se giró para ver por la ventanilla del auto, esperando que Kang o su hermano vinieran hacia él. 

¿Porqué se escuchaban más disparos? ¿Eran contra San aquellos intentos de homicidio? ¿Realmente estaban buscando a Park, o era solamente un medio para dar con su hermano? ¿Y si Yeosang moría allí dentro?

Su estómago se contrajo y  sus ojos comenzaron a picar cuando pensó en aquella última pregunta, la imagen del mayor con la vista perdida, con aquellos cálidos y hermosos ojos completamente apagados,  la idea de saber que Yeosang podría morir sin que él le recordara cuánto lo amaba le aterraba. Extendió un desagradable cosquilleo en las puntas de sus dedos, quiso abrir la puerta del auto cuando este arrancó, el chofer acelerando para dejar detrás el hotel, donde gritos y disparos se escuchaban. 

Jongho quiso gritar, sentía su garganta desgarrarse aunque no haya salido un mínimo ruido de esta, quería pedir que el auto se detuviera, que le dejaran regresar por su hermano, por su amante, las únicas dos personas que mantenían su mundo en pie estaban encerradas en aquel majestuoso edificio donde, la situación apuntaba, a que estarían firmando su sentencia de muerte.  Sus uñas se enterraron en el asiento mientras se mordía con fuerza el labio inferior, no podía contener las lágrimas que salían de sus ojos, recorriendo sus suaves y abultadas mejillas, cayendo sobre sus piernas y dejando una pequeña mancha en el color beige del traje que usaba. 

De repente Jongho no era aquel joven empresario lleno de poder y confianza, aquel que con un chasquido de dedos ponía a los demás a su merced, era solamente un niño asustado que, en esta ocasión, no tenía a su madre para que le abrazara mientras susurraba palabras de consuelo, no tenía a su padre, para que con una mano fuerte colocada en su hombro, le protegiera de todo aquel que quisiera dañarlo, no tenía a Yeosang, para que con un dulce beso le asegurara todo estaría bien, y no tenía a San, para que entrelazando sus manos le prometiera estarían juntos siempre, y que lo cuidaría, como el buen hermano mayor que era. 

El patrón del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora