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| invitación |

DIXON INHALÓ Y EXHALÓ VARIAS veces, mirándose al espejo con una mirada aterrada

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DIXON INHALÓ Y EXHALÓ VARIAS veces, mirándose al espejo con una mirada aterrada.

La fiesta era esa noche, y aún no había invitado a Riley personalmente a ella.

Podría no tener importancia, ya que ella le pidió a Noah y Coral entregar las tarjetas con invitaciones, el problema era que no había ninguna para Riley. Después de todo, ella quería hacerlo personalmente.

Eso le había prometido a Coral cuando decidió ganarse la confianza de la deportista.

Tenía toda la jornada estudiantil para decirle a Riley que asistiera, todo porque lo había pospuesto toda la semana.

¿A qué me refiero con esto? Bueno, veamos los múltiples intentos de Aylin:

INTENTO #1: POSPUESTO.

7 días antes de la fiesta.

¡Más rápido! ¡Cómo si les estuvieran pagando! gritó la profesora de educación física a mitad de la cancha, viendo a sus estudiantes correr cansados.

Aylin mordía su labio mientras intentaba seguirle el ritmo a Noah, a veces odiaba que fuera tan bueno en los deportes. Ella no era taaan mala, era relativamente eficiente si se lo proponía, pero estaba haciendo sol, mucho sol.

¿Su maestra se enojaría si sacaba la sombrilla y corría así? Podría probarlo...

¡Dixon! ¡Deja de reflexionar y ponte a correr! ¡Más sudor y menos pensar!

Aylin suspiró, teniendo que volver a retomar el paso.

Sentía su piel quemar, se veía luminosa y un poco pegajosa por el sudor, aunque mantenía secándose con la toalla que siempre tenía a mano.

Su piel bronceada brillaba, y la hacía ver un poco más... atractiva de lo usual.

O al menos eso pensaba Riley, la cual había terminado de dar las veinte vueltas a la pista demasiado rápido, y no podía despegar la vista de cierta quejumbrosa.

¿Por qué se veía tan bien? Era escalofriante.

¡¿Cómo carajos alguien se veía bien corriendo?!

¡Andersen! la llamo la profesora. Por favor, ve por un par de balones a la bodega.

La rubia asintió, dirigiéndose allí.

A Aylin se le prendió un bombillo en la cabeza. Sonrió y soltó un quejido alto, lo suficiente para llamar la atención de sus compañeros.

¡Ay! ¡Mi tobillo! dijo, mientras saltaba disimuladamente hasta Noah, para recargarse dramática en su hombro.

𝐂𝐑𝐔𝐒𝐇; Riley Andersen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora