16. castillo de cartas

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La primera vez que Matías tuvo que huir de la policía acababa de cumplir 19 años.

Estaba corriendo en un barrio caro, con sus tacones en la mano y todavía con el sabor a semen en la boca, sentía la falda rozando sus muslos y las lágrimas escurriendo de sus ojos.

Fue aterrador, escuchar las sirenas detrás de él y las paredes bañadas de azul y rojo, las llantas derrapando en el cemento, lo estaban persiguiendo a él, como si fuera un ladrón o un asesino.

Como si lo mereciera.

Y tal vez lo hacía.

Había sido ingenuo, deslumbrado por las luces de las farolas y el resplandor post-orgasmo, el humo de la noches heladas de julio enrollandose a su alrededor. Estaba helado y ellos no.

Estaba helado y ellos estaban calientes.

La patrulla se había detenido justo a su lado, un auto enorme con luces de colores, se veía pequeño al lado, diminuto, indefenso.

Era imponente, desde las puertas hasta las llantas, todo enorme, todo a escala de gigantes y cuando el policía abrió la puerta, con su aliento a rancio y ojos amarillentos, Matías todavia estaba hipnotizado por la patrulla.

Corrió lo que parecieron horas cuando intentaron detenerlo, y probablemente no tuvo que haberlo hecho, tal vez tuvo que haberse detenido, pero era un niño todavía, uno que estaba hipnotizado con ese enorme auto.

Era magnífico, y Matías nunca había logrado olvidar del todo esa noche.

Se sentía así con Enzo, como cuando vio esa patrulla, con sus luces de colores y la sirena activada, mirando algo enorme, magnífico, pero del que tenía que huir apenas se diera la vuelta.

Conmocionado, esa era la palabra.

Caminaba sobre cascarones alrededor de Enzo, que había pasado los últimos dias en su cama, deprimido, no había ido a trabajar en todo ese tiempo, como si estuviera estancado.

Agustín le había dicho que más que estar estancado, estaba parado.

"Dale tiempo, su vida paro recién, deja a la mujer, se queda contigo, deja su casa en Palermo para vivir en una villa, imagínate eso" Della explica, como si fuera chico, armando un castillo de cartas manchadas de café.

"Necesita tiempo"

Pero Matías lo que menos tiene es tiempo.

Está desesperado porque Enzo este mejor, para que salga de su agujero aunque sea a rastras, no puede soportar verlo a los ojos y saber que el provocó todo eso.

Aunque en realidad fue culpa de Enzo, toda su miseria la provoco él. Enzo ya era miserable desde antes de que lo conociera.

Eso lo atrajo en primer lugar, lo miserable que era, constantemente triste y angustiado, con sus ojos siempre llenos de lágrimas y la culpa en sus rasgos.

Eso había sido culpa de Enzo, de malas decisiones, de malos conocidos, y amigos, y pareja, resultado de sus males.

Pero ahora Matías también tenía que ver en la ecuación. Y prefería arreglarlo todo dejando que lo cogiera a tener que esperar.

La espera requiere paciencia, y la paciencia; tolerancia y Matías sabe que eso es lo que menos tiene, su corazón apretandose cada vez que ve a Enzo.

A veces lo escuchaba llorar, a veces lo encontraba sentado, simplemente viendo a la pared y a veces lo encontraba tirado en su cama, a veces se encerraba durante horas en el baño.

Necesita tiempo para sanar pero Matías quiere que lo esté ya.

"¿Haz visto un castillo de cartas?" Le pregunta Santiago, ambos en una esquina en la que no se encuentran regularmente.

Santiago, a diferencia de él, es una prostituta de clase alta, una al fin y al cabo pero tiene clientes diferentes, que no tienen interés en explorar los laberintos sin salida y solo quieren algo rápido.

Por lo general son los mejores, duros y concisos, con el dinero en la mano y listos para irse, a Santiago nunca lo habían detenido, pero Matías había tenido que pasar la noche en una celda más de una vez.

"No, nunca" Le contesta, con un cigarro colgando de sus labios, Santiago se encoge de hombros, como si esperará algo más "No, miento, Della hizo uno una vez ¿Que con eso?"

Santiago se toma su tiempo para responder y aun así Matías no lo comprende.

"Las bases son frágiles, como las últimas cartas, las de arriba, si quitas una se rompe todo, eso está pasando, el castillo de Enzo está en la mierda y vos tenés que ayudarlo a reconstruirlo"

"O podes dejarlo peor si querés"

Matías ni siquiera tiene tiempo para pensar en eso cuando un auto azul oscuro se estaciona frente a ellos y los pide a los dos.

Cuando regresa a su casa, tambaleándose y con el dinero en la cintura, Enzo está ahí, sentado en el suelo, simplemente observando.

"¿Que haces wacho? ¡Levántate del suelo, dale!" Alza la voz, pero Enzo apenas se mueve, metido en sus pensamientos y entonces las palabras de Santi resuenan en su cabeza.

Puede dejarlo peor.

Se muerde el interior de la mejilla y se arrodilla a su lado, hasta que está sentado, sus hombros tocándose, simplemente observando lo mismo que él.

Las cortinas amarillas están medio abiertas para que la luz de la luna los golpee a ambos, miles de puntos pálidos en el cielo, brillando.

"Tus cartas están todas rotas"

Enzo se voltea y hace un pequeño ruido de pregunta, deslizando su mano sobre la suya "¿Que cartas?"

"Santi me dijo que sos como un castillo de cartas, y que ahora estan todas sueltas" Enzo aprieta su mano, todavía mirando a la ventana, dónde un gato pasa entre edificios rápidamente.

"Yo puedo ayudar a que levantes el castillo de nuevo"

Enzo sonríe con incredulidad, pero lo hace, un gesto que casi había olvidado, propio de él, que poco después le dice su primera oración completa del día: "Pero no se jugar cartas Mati"

Ambos se rien tan fuerte que les duele el estómago.

Y la primera carta se levanta.

wapo traketero | matienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora