22. imposible de ver

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Matías tuvo que pensar antes de actuar, tuvo que haberse detenido, tuve que haber pensado en Enzo antes de apartarlo.

Pensar, se repite en su mente, rápido y frenético, una y otra y otra vez.

Pensar en Enzo y en su frágil salud mental, cristal fino dentro de cajas de cartón, Enzo que con un comentario destruía su mente, Enzo, en su Enzo.

Pensar en él antes de actuar era agotador.

Caminaba de puntillas a su alrededor, preocupado que otra crisis ocurriera si pisaba en el lugar equivocado, si decía algo incorrecto. Enzo destruía en una noche el esfuerzo de cuatro.

Era agotador pero nunca se lo diría. Tenía que pensar en él.

Tenía que pensar, pero a veces solo quería ser un poco imprudente y actuar sin más.

Con sus clientes podía hacerlo, deslizar comentarios venenosos debajo de la piel, tan agresivos como quisiera, escupir palabras de odio, Matías podía hacerlo porque nadie lo detendría.

Pero con Enzo no, tan sensible como parecía haberlo sido desde siempre, tan frágil entre sus manos, solitario, delicado, tomaba todo como la verdad absoluta, como si cada palabra que decía fuera recitada perfectamente.

Tal como lo haría un Dios.

Enzo tal vez lo veía como su Dios personal y eso era aterrador. Matías estaba aterrado.

Tenía demasiado poder sobre el y no lo quería, no necesitaba la responsabilidad de lo que Enzo cargará en sus hombros, no quería entender todo el tiempo, pilares débiles, mármol roto.

Quería ser débil y no acarrear consecuencias.

Pero con Enzo no podía hacer eso.

"¡Enzo!" Grita, aunque no es su intención, intentando apartar a Enzo de su regazo, sus labios suaves en su cuello, su muslo siendo frotado contra su entrepierna.

Enzo no estaba en condiciones de tener sexo, las lágrimas todavía corriendo por sus mejillas, pero se pregunta brevemente que tan malo pudo haber sido dejarlo hacerlo.

Dejar que lo controlará, como lo había hecho desde siempre, dejar que hiciera lo que quisiera, dejarlo actuar.

Sería malo, muy malo.

Enzo se levanta a trompicones de su regazo: rápido y frenético, todo sucede en una fracción de segundo, demasiado rápido para que pueda pensar en hacer algo.

Necesita pensar se repite, e intenta inútilmente agarrar a Enzo por la cadera, sus dedos resbalandose de la suave piel.

Enzo tropieza con la ropa en el suelo, movimientos torpes, Matías todavía siente el fantasma de sus labios en su cuello, aturdido por lo rápido que todo escaló.

Se queda estático en su cama, sin poder pensar en absolutamente nada, la culpa enrollandose rápidamente en su estómago, como una cobra que sisea en su oído.

El sonido de la culpa lo atormenta, demasiado alto, el ruido de la ciudadela despertando, las cosas a su alrededor moviéndose suavemente por el aire, todo es demasiado ruidoso.

Todo es demasiado hasta que un golpe en seco silencia todo, la cobra mordiendo su cuello.

De repente, pensar vuelve a estar en primer plano, y recuerda los pasos torpes de Enzo, sus pupilas desenfocadas, sus ojos rojos, labios tibios en su cuello.

Enzo seguía drogado.

Enzo seguía drogado.

La realización lo golpea como un tren.

Se levanta de golpe, tropezando con sus sábanas, subiendo un par de shorts por sus muslos con torpeza, absolutamente desesperado porque es su culpa.

Enzo estaba teniendo una horrible experiencia y era su culpa.

Era la primera vez que Enzo fumaba marihuana y Matías lo había hecho fumar demasiado, sin prepararlo, sin preguntar, Enzo seguía drogado y era su responsabilidad saberlo.

Tenía que guiarlo, explorar sus límites, pero había pensado tontamente que él lo sabría son ayuda, cuando pedir ayuda y cuando detenerse.

Enzo no sabía parar, ahora se daba cuenta.

Escucha otro golpe en el pasillo y la culpa lo ahorca, el se lo había dado, el comenzó, pero no quería afrontar las consecuencias, el miedo doliendo como un puñal.

El solo quería relajarlo, ayudarlo a soltarse, pero nada salió como el quería.

Las buenas intenciones a veces se tornaban en desgracias.

Cuando sale de su habitación, escucha el golpeteo del agua contra la cerámicas, y ve a Enzo sentado contra una pared, sollozando.

Piensa, se repite, piensa pero nada surge.

El agua sigue goteando, golpeando la pared del baño, todavía es temprano en la mañana, y el único que se levantaba a esa hora era Agus, que se duchaba antes de ir al trabajo y Paula se levantaba media hora después.

Todavía tenía tiempo para meter a Enzo de nuevo a su habitación. Todavía se repite.

Se acerca lentamente a Enzo, sus pies descalzos en el suelo helado, es lento, cuidadoso, porque un paso en falso podría arruinarlos todo.

(De nuevo)

"Enzo, cucha' soy Matías" Susurra, sentándose a su lado contra la pared. "Necesito que respires hondo, por mi" E

Enzo asiente e inhala con fuerza, un sollozo escapándose de sus labios cuando abre la boca para decir algo.

"Quería hacerte sentir bien" Escucha a Enzo balbucear después de un rato, en voz baja, y se imagina sus labios hinchados por el llanto, y las lágrimas deslizándose por sus ojos.

Rojo sobre rojo, imposible de ver.

"Me hiciste sentir bien Enzo, no te preocupes" Le dice, acercando su brazo hasta que rodea sus hombros temblorosos en un medio abrazo, uno del que está casi acostumbrado.

Casi acostumbrado a cuidar a Enzo.

Cuida a Enzo todo el tiempo, cuida su cabeza, cuida sus palabras, cuida su lenguaje, sus movimientos, cuida que nada le haga daño, y tal vez ahí fue donde se equivocó.

Tal vez el tuvo que ser cuidado en primer lugar.

"Levántate" Dice lentamente, Enzo apoyándose pobremente en su hombro,  todavía sollozando sin control, está exhausto cuando lo levanta finalmente, cansado de soportar el peso de ambos.

"Perdón" Susurra Enzo contra su hombro, caminando hasta la puerta de su habitación, Matías asiente, aceptando la disculpas.

En otras situaciones, Matías le diría que no se disculpara, pero en esa en específico, realmente agradece el perdón sincero que se desliza de los labios de Enzo.

Deja a Enzo en la cama, que se acurruca sobre si mismo inmediatamente, abrazando una almohada con fuerza mientras el se sienta en la orilla del colchón.

Los tipos como Enzo siempre le habían gustado para un rato, el suficiente para que pagarán, pero no para que se vinculen, la culpa infecciosa empapandolo, la realización golpeando como un tren.

En realidad quería a Enzo para un rato.

Lo mira, dormido suavemente, y reflexiona sus decisiones, ama a Enzo, todas sus partes, pero tal vez no las ama a todas con la misma intensidad, tal vez ama a algunas más que a otras.

No quiere el peso de sus problemas sobre sus hombros, no lo necesita.

Se pone una camisa que encuentra en el suelo y se levanta, acariciando el muslo de Enzo en el proceso, profundamente dormido en su cama.

Necesita algo más fuerte que la marihuana para enfrentar a Enzo.

***

pónganse a comentar en el cap anterior y vuelvo a actualizar todos los días😡

wapo traketero | matienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora