25. volver e irte

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Matías vuelve, porque el siempre lo hace.

Matías vuelve porque está en su naturaleza, vuelve porque no puede estar lejos, vuelve porque lo quiere, vuelve porque lo necesita.

O por lo menos eso es lo que piensa.

Porque Enzo necesita más Matías que Matías a él.

No puede soportar soltarlo, porque se ha metido debajo de su piel, en el espacio entre sus costillas, en las fibras de sus músculos, es parte fundamental de su vida, es importante para él.

Matías es todo para él.

El vuelve, tambaleándose y chocandose torpemente contra la puerta que recién había instalado, su cortina doblada sobre su cómoda, Matías siempre vuelve, en cualquier condición.

Pero vuelve. Vuelve a él.

Matías vuelve drogado, vuelve borracho, vuelve con el semen deslizándose por sus piernas, vuelve humillado, pero siempre lo hace.

Llega a acurrucarse entre sus brazos después de trabajar, vagamente arrepentido, añorando el calor del cariño y la suavidad que ofrece, Enzo no puede pensar en darle otra cosa, no puede pensar en volver a cometer los mismos errores.

Recuerda vividamente sus lágrimas corriendo por su cara, sus puños golpeando su pecho, los gritos entrecortados de Matías, la rabia, la necesidad, el amor goteando de su voz.

No puede dañarlo, no puede hacerlo más, porque entonces, Matías no volverá.

Nunca lo había dicho en voz alta, pero sabía que estaba implícito, Matías no iba a estar ahí todas las veces que lo dañara, no se iba a quedar después de cada crisis, de cada recaída, de cada mal día en algún momento se cansaría de él, en algún momento abriría los ojos.

No puede evitarlo, pero puede intentar atrasarlo.

Aprieta sus puños, enterrando sus uñas en la palma de su mano, intentando mantenerse en la realidad, observa a Matías entrar a trompicones a su habitación, extrañamente cohibido, sus mejillas tenuemente sonrojadas.

Espera que esté borracho pero cuando no huele a alcohol la ansiedad empieza a arremolinarse en su estómago.

Recuerda, entonces, los otros días iguales a ese, a la nariz de Matías enterrada en su pecho, a su cabello debajo de su mandíbula, a sus abrazos y las piernas de Matías en su regazo, acariciando su espalda, sus labios sobre los otros, manos debajo de la ropa.

Vuelve a mirar a Matías, que parece no darse cuenta de su presencia, jugando con un par de barajitas en su cómoda, y vuelve a hurgar en sus recuerdos.

A sus palabras de consuelo en voz baja, susurrando entre besos y dejando que se acueste sobre su pecho, las lágrimas secas en su cara, sus pulmones expandiéndose dentro de sus costillas.

Enzo mira sus manos, lentamente, aspirando con fuerza el aire cada vez más denso de la habitación "Hola Mati" Susurra, su voz estrangulada por la ansiedad.

Matías vuelve, siempre lo hace, y lo mira fijamente cuando se da cuenta que está ahí, sus enormes ojos cafés desorbitados, sus dedos temblando, Matías hace una mueca y se voltea, revisando su armario torpemente.

Enzo se muerde el dedo pulgar al ver la mueca de disgusto, ansioso, Matías lo está evitando, los problemas acumulándose como nieve, la ansiedad incontrolable dentro de su pecho.

"Estás acá" Susurra Matías, casi decepcionado, sacando uno de sus suéteres de su armario, sus dedos jugando con una de las fibras sueltas.

Lo había traído en la canasta de ropa, sucio y con su olor, el perfume que Sofía lo había obligado a comprar impregnado en él, una mancha en el dobladillo. Matías lo había amado de inmediato.

wapo traketero | matienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora