21. introspección

147 16 13
                                    

Enzo se da cuenta, en la neblina del porro que Matías le dió, que lo ama. Lo ama en verdad, como nunca ha amado nada en su vida.

Lo ama con intensidad, con fuerza, con vehemencia. Lo ama tanto que la sangre quema dentro de sus venas, lo ama, con todo lo que implica la palabra.

Enzo ama a Matías, pero no puede decirlo, su cerebro demasiado adormilado como para formular una oración completa.

Parlotea sobre mil temas, rebotando de uno a otro, Matías lo está mirando, lo siente, sus ojos cafés sobre él, escanenadolo de arriba a abajo, dedos suaves sobre su mejilla.

"Me gustas mucho" Escucha a Matías decir, cerca de sus labios, sus dedos todavía sobre su mejilla.

La voz de Matias lo trae a la realidad de un jalón, su mente aclarandose, se calla un segundo, detiene el torrente de pensamientos. Y lo está besando.

Es suave, lento y casto, y a Enzo le gusta mucho, le gusta demasiado, tanto que no se lo puede guardar.

Se acerca más, sonriendo tontamente, su pierna más larga sobre el muslo delgado de Matías, susurrando sobre sus labios: "Vos también me gustas mucho"

"¿Mucho mucho?" Pregunta Matías, sonriendo, su pulgar acariciando su mejilla lentamente, la dulzura goteando en cada uno de sus movimientos.

Sonríe, su cerebro todavía adormilado por la marihuana, se levanta y se sube ahorcadas sobre su regazo, sentado en su pelvis, sus manos sobre su pecho: "Muchísimo"

Muchísimo es mucho más de lo que Enzo puede poner en palabras, mucho más de lo que siente, un sentimiento que se extrapola fuera de su mente.

Alguna vez su mente iba a estar lo suficientemente clara para poder comunicar lo que significaba en realidad, pero en ese momento, no.

Matías tendría que esperar, solo un poco.

El se estira, besándolo suavemente, sus brazos detrás de su cabeza, es incómodo, sus músculos tirando por la cercanía, el dolor sobre el amor.

Despejar, se repite en su mente, tiene que despejarse.

El dolor demanda ser sentido, había escuchado una vez, y de alguna manera funciona, su lengua tropezando en cada palabra.

"Quiero que te mudes conmigo" Susurra, alejándose de los brazos de Matías, dejándolos a cada lado de su cuerpo, acostándose sobre su pecho.

El corazón de Matías late rápido, muy rápido, casi igual que su mente, un tren bala descarrilado, tararea tontamente, intentando subir a rastras hasta sus hombros.

No iba a hacer así, no lo iba a pedir así, iba a hacer bueno, quería darle algo bueno, algo que nunca le había dado, quería acostarse con el, darle lo que el siempre le quitaba.

Quería hacerlo feliz, con él, no con regalos tontos, ni con dinero, quería hacerlo feliz con su cuerpo.

Matías lo hacía, se entregaba a él cada noche, sus manos suaves sobre su pecho, soportaba cada crisis, cada mal momento.

Enzo no merecía a alguien tan bueno como Matías, merecía a alguien que le diera una recompensa. A alguien que le mostrará lo que sentía.

Había pensando que sería bueno, que el se acostaría debajo de él, que lo dejaría hacer lo que quisiera, romperlo y rehacerlo, había pensado que eso le gustaría a Matías.

Era la única forma que conocía de mostrar su adoración.

Y entonces, mientras Matías doblaba sus piernas lo deslizaría, lentamente, haría creer a Matías que había sido idea suya, lo confundirían: "¿Te imaginas coger en tu propia casa?"

wapo traketero | matienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora